Por Alberto Lati
Twitter: @albertolati
Cuando dos países distanciados y enemistados comparten una pasión deportiva, acaso hay remedio.
Vaso comunicante sin igual, en su momento Estados Unidos se acercó a China a través del tenis de mesa (la llamada Ping-Pong Diplomacy desatada en 1971), como recientemente Turquía y Armenia buscaron reducir sus tensiones con el balón de por medio (en turco, la Futbol Diplomasi) o como desde la administración Obama Estados Unidos y Cuba intentaron aparcar sus diferencias desde un diamante y con pelota caliente volando al home.
En 2014, bajo el letrero de “El deporte es la conquista de la revolución”, el propio Obama acompañó a Raúl Castro al Estadio Latinoamericano de La Habana para presenciar el duelo entre un representativo local y las Mantarrayas de Tampa Bay. Ese día, Obama se refirió a los más de cien cubanos que pasaron por Grandes Ligas, aunque no hizo falta recordar que, a causa de ese imperdonable affaire con el enemigo, todos terminaron perseguidos y vetados en su país, como si con una mano hubiesen sostenido el bat y con la otra hubieran traicionado a la patria.
La armonía alcanzada entonces, ha tenido más bajos que altos desde el inicio de la gestión de Donald Trump, pero eso no ha impedido que esta semana escucháramos un anuncio por demás relevante: la normalización de las relaciones entre el gobierno cubano y las Grandes Ligas. A partir de ahora quien pretenda actuar en alguna novena ligamayorista, no tendrá que efectuarlo desde la deserción y la acusación política. Bastará con que se efectúen los trámites pertinentes ante la federación de este deporte en la isla, se pague cierta cantidad por su salida y se contrate al pelotero en cuestión.
Un esquema similar al que el béisbol estadounidense implementa desde hace mucho tiempo con el de varios países asiáticos.
Esto, a su vez, tendría que llevar a cierto tipo de amnistía o reconsideración del estatus político de los jugadores que antes han emigrado a la Unión Americana, quedando impedido en rotundo su regreso a casa. Así, acaso Cuba podría al fin alinear en los Olímpicos de Tokio 2020 o en algún Mundial a todos sus estelares profesionales, en un sueño impensable durante la Guerra Fría.
¿Cuba negociando con esa liga a la que acusaba de saqueo, sabotaje y tráfico de personas? Sí, los tiempos cambian y, deporte de por medio, hasta el panorama más oscuro tiende a aclarar.