Columna invitada
Por Marilú Esponda
Correo: marilu@arquidiocesismexico.org / Twitter: @mariluespondaa
Comienza un 2019 lleno de promesas: el ataque frontal a la corrupción, gastar con austeridad y reducir el gasto político excesivo, eliminar los privilegios de altos funcionarios, revisar los contratos para que beneficien al país, la conversión de la residencia presidencial en un centro cultural, etcétera. Son ideas con las que muy pocos están en desacuerdo, y que todos quieren ver cómo resuelven los temas de fondo del país.
Más allá de medidas concretas, la nación necesita reconciliación. ¿Cuál será el proceso a seguir en el camino hacia ella? Como en todo, no importa tanto el plan de desarrollo como el desarrollo del plan. La cuestión fundamental radica en la puesta en marcha de iniciativas para conseguir los objetivos. Incertidumbres y esperanzas. Este año será clave para definir el rumbo de nuestra nación: hacia una sociedad de reconciliación o de discordias.
La Iglesia católica tiene una vocación a la reconciliación, y compartimos desafíos interesantes con este nuevo Gobierno. Estamos persuadidos de la importancia del diálogo con el Gobierno, así como de trabajar en conjunto en todos aquellos proyectos y temas que abonen al bien común y encontrar mejores formas de justicia social y desarrollo humano.
La Iglesia católica en México ha marcado las prioridades para este año que comienza: los migrantes, los jóvenes y los sacerdotes.
Respecto al primer tema, el papa Francisco ha sido muy claro: hemos de acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes. Para atacar esta compleja cuestión desde la raíz, se han de atender las carencias que viven los mexicanos en sus lugares de origen, y trabajar de forma coordinada con las autoridades políticas y sociales. El Presidente afirmó que no seguirá el pedido del mandatario Trump por impedir el paso de inmigrantes de América Central por México, como paso previo al ingreso a Estados Unidos. Éste es un gran gesto de humanidad, que mira más allá de nuestros propios intereses inmediatos.
Los jóvenes son el presente y el futuro de nuestra sociedad, y constituyen un desafío a la sociedad y a la Iglesia en México. Está en puerta la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, con la asistencia del papa Francisco y multitudes de jóvenes de todo el mundo. El Papa convoca para contagiar esperanza, pues cuando los jóvenes encuentran el significado radical de su vida pueden colaborar más y mejor con el compromiso a favor de su comunidad y de su nación. Con su inquietud y natural rebeldía hacia la injusticia y la mentira, son constructores de la cultura verdaderamente humana que el mundo necesita.
En tercer lugar, deseamos fortalecer los procesos de formación permanente de los sacerdotes diocesanos y religiosos, para que sean auténticos discípulos de Jesucristo. De esta manera, problemas como el abuso de poder y la pederastia se verán radicalmente disminuidos. El papa Francisco no quita el dedo del renglón, ya que ha convocado al primer encuentro para la protección de menores en la Iglesia, del 21 al 24 de febrero con presidentes de las Conferencias Episcopales de 130 países, donde pide la plena participación de la Iglesia mundial con el fin de garantizar la protección de los niños de todo el mundo contra el abuso sexual, establecer la capacidad de respuesta, la responsabilidad y la transparencia en un tema tan delicado que requiere una respuesta global.
Ante los distintos desafíos políticos y sociales, la Iglesia puede y quiere colaborar. Según el cardenal primado de México, “tenemos el reto de pasar de la confrontación a las propuestas eficaces, de la descalificación a la construcción de puentes y de la argumentación al convencimiento, sembrando siempre esperanza con el testimonio de la propia vida que busca no intereses personales, sino la entrega de la propia vida por los demás”.
La buena política está al servicio de la paz. Sin el respeto por las leyes y las instituciones, el futuro de México seguirá siendo endeble e incierto.
Ha terminado el tiempo de las campañas y divisiones. Es el tiempo de encontrarnos con el Presidente de todos los mexicanos que sirva al país en su conjunto, que construya la reconciliación gobernando para todos, haciendo política en beneficio de aquéllos que pasan por un periodo de incertidumbre, y no sólo para quienes votaron por él. La verdadera reconciliación lo exige.
Directora de Comunicación de la Arquidiócesis de México