Por Marilú Esponda
Correo: marilu@arquidiocesismexico.org // Twitter: @mariluespondaa
El Día Internacional de la Mujer fue un día para celebrar, sino para recordar que hace falta todavía un largo camino por recorrer en el reconocimiento de sus derechos, recordar que a pesar de los varios avances, aún existen muchos problemas por resolver, especialmente los relacionados con una parte más profunda.
No queremos más violencia, abusos, injusticias, disparidad de privilegios y tratamientos entre sexos. En el ámbito del empleo, la brecha salarial es bastante conocida, las dobles jornadas no valoradas y la dificultad por acceder a ciertos mercados y puestos.
En los últimos meses se han multiplicado las voces en el campo de las relaciones sociales y sexuales, la familia y la integración laboral. La campaña estadounidense #MeToo ha cobrado especial relevancia. Ésta es una fecha importante para reconocer el papel que tiene la mujer en la sociedad y para que se evalúen las condiciones en las que viven millones de ellas en el mundo.
Un aspecto menos discutido es el hecho de que las mujeres trabajan, en promedio, más horas que los hombres, incluyendo las actividades remuneradas y no, como las tareas del hogar, que en nuestro país es un desafío muy interesante.
Según el estudio State of the WorldÔÇÖs Fathers: Time for Action, en todas las grandes regiones del mundo las mujeres trabajan en promedio más que los hombres, y por encima de todas, estamos las latinoamericanas, que somos quienes más ocupadas tenemos el día con 8.3 horas en promedio, frente a las 7.7 horas de los hombres.
Si bien es cierto que la mujer tiene el mismo potencial que el hombre para desarrollarse como mejor le parezca, no estamos todavía en igualdad de condiciones frente a ellos.
Quizá no se trata de hablar sólo de cifras, sino de tocar un tema de fondo, ¿qué pasa con la mujer que no ha sido reconocida? Creo que en la sociedad ella va por delante en algo muy concreto. Por ejemplos cercanos que seguramente reconocemos, nos damos cuenta que ella destaca en la capacidad de amar.
La profundidad del corazón de una mujer es algo que nadie discute, por ser algo inmenso, misterioso, pero real. Aunque no de manera excluyente, pero sí destacable, ella cohesiona e inspira, concilia y reconcilia, infunde cariño, armonía y ternura, construye paz. Herir esta capacidad, explotar a una, desgarrar su corazón para volverla infeliz, incapaz y desdichada es quizá uno de los crímenes más terribles de la humanidad.
Toda mujer aspira a conquistar y ser conquistada, no usada; necesita saber que juega un rol irreemplazable en la historia de las personas de su entorno, por eso se entrega con facilidad, y junto a esto necesita transmitir belleza, ésa que fluye de un corazón que está vivo, que es posible obtenerla luego de vivir bien por muchos años. Dostoievski afirma que la belleza salvará al mundo, y es ella quien la transmite con mayor fuerza, especialmente la de dentro hacia afuera, que aparece como resplandor. El Día de la Mujer es una tradición de al menos 90 años de lucha en pro de la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo. Sólo si el mundo promueve la igualdad de condiciones y el espacio propicio para que la mujer desarrolle sus necesidades más profundas, ella podrá cautivarloÔǪ y salvarlo.
*Directora de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México