Latitudes
Por Alberto Lati
Twitter: @albertolati
No es que el dinero haya dejado de alcanzar en el futbol, es que los dirigentes no se resignan a que exista un límite en sus previsiones de ingresos.
Eso les ha llevado a una idea que inicialmente pareció absurda y hoy (todavía siéndolo) muchos empiezan a ver con buenos ojos: convertir los fines de semana en días de una versión agrandada de Champions League y ya no de certámenes de liga.
Es decir, que el sábado podría enfrentarse algún gigante inglés con otro español o uno griego contra uno croata, el domingo algún conjunto italiano frente a otro portugués, más tarde un holandés ante un francés, y los duelos locales buscándose acomodo entre martes, miércoles o jueves.
Muy difícil que algo así se apruebe, aunque visto que los márgenes de ganancias no ofrecen sustancial perspectiva de incremento, son demasiados los equipos que aprobarían semejante revolución.
Algo similar a lo que desde una década atrás vive el baloncesto europeo, pero de ninguna forma con números que justifiquen tamaña locura. Claro, hablamos de un continente marcado por el futbol y no olvidamos que su básquetbol por siempre resultará lejano en calidad al de la NBA. Sin embargo, ahí está colocado un pequeño espejo en el cual mirarse.
Sería el final de los torneos de ligaÔǪ y no sólo de los torneos de liga como los habíamos conocido. Luciría rancio y aburrido contemplar el común de los duelos domésticos, con los futbolistas estelares y la atención volcados en el fin de semana. Incluso con la propuesta de que, así como esa nueva Champions incluiría a muchos más participantes, las nuevas ligas serían de menos.
De alguna chistera surgió la cifra de 900 millones de euros de lucro para cada club, algo del todo desapegado de la realidad e imposible, por mucho que esa teórica euroliga funcione.
Por un lado, está la tradición: el planeta futbol tiene su fuerza gravitacional en ese sábado de liga y miércoles de Champions, más las diversas copas que van hallando su acomodo en ratos libres. Por otro, el déficit de arraigo, al despojar de relevancia a la competición doméstica.
No, por vueltas que le den, esos cantos de sirena tienden a la nada. Si los clubes desean continuar aumentando lo que se embolsan, están condenados a ser prudentes en lo que gastan en traspasos, infraestructuras y demás.
Esta gallina de los huevos de oro contempla temerosa de ser aniquilada.