Por Ricardo Hernández
Playa del Carmen, Q. Roo.- Cuando ya no pudo cubrir el costo de la renta decidió hacerse de un pedazo de tierra en medio de la selva.

Entre lonas, láminas y maderos, en un terreno federal, a la sombra de las torres eléctricas de alta tensión vivirían en adelante, clandestinamente, Noé Yervez, su esposa y el hijo que tuvieron a los tres meses de haber llegado al lugar ahora denominado Las Torres.

Se trata de un asentamiento irregular de 5.6 kilómetros de extensión y dos mil 479 habitantes cercano a Playa del Carmen, condenado a desaparecer para darle lugar a las vías del Tren Maya.

“Era una de esas palapitas mal hechas de madera, de cartón, lleno de pulgas, arañas y bichos, un desastre; pero finalmente mío. Y ahí vino a nacer mi niño”, contó Noé.

Él es originario de José María Morelos, tiene 31 años de edad; cuando tenía 13, su mamá recomenzó una vida amorosa que él jamás reconoció, por lo que decidió huir a Playa del Carmen donde se empleó como lavaplatos en una taquería.

 Noé Yervez, su esposa e hijo, frente a su pequeño hogar a pocos kilómetros de Playa del Carmen.
Noé Yervez, su esposa e hijo, frente a su pequeño hogar a pocos kilómetros de Playa del Carmen.

Unos meses después cambió de oficio y comenzó a jalar veleros, hasta que cerró la empresa para la que trabajaba. De ahí fue cuesta arriba, cuando apenas tenía 16 años. Era menor de edad y nadie quería contratarlo, por eso decidió enmendar su acta de nacimiento y de un plumazo perdió dos cumpleaños, pero ganó nuevos trabajos. El penúltimo fue de ayudante de gasero.

“Pensé en sacar una casita. Estaba trabajando con prestaciones y obtuve los puntos. Fui a ver una de Infonavit pero esas casas están peor que estas”, recuerdó con ironía. Era una casa fea, mal hecha, los suelos ya se estaban rajando, el piso se levantaba y olía a drenaje. No, dije, qué cosa buena es esto. No es nada bueno. Aparte no sé cuántos años vas a estar pagando lo del interés de la casa. Y pues ya mejor me decidí a comprar acá en Las Torres”.

El terreno que ahora ocupa mide aproximadamente 200 metros cuadrados. Lo había invadido hace ocho años una persona que finalmente decidió mudarse. La compra-venta se hizo mediante un trato de palabra y Noé pagó 12 mil pesos por él, hace un lustro.

Con el superávit familiar, generado por la exención de los mil 800 pesos que antes pagaba de renta, Noé decidió invertir el dinero en la construcción de un pequeño cuarto de concreto.

Desafortunadamente ese dinero lo perderá cuando tengan que salir del lugar a causa de la construcción del Tren Maya, pues la colonia se atraviesa en la ruta proyectada para la magna obra de mil 500 kilómetros de extensión que pasará por cinco estados de la República, entre ellos, Quintana Roo.

Según Noé ha invertido unos 70 mil pesos en el predio. Ya comenzaba a cambiar las lozas de su casa cuando se enteró que se construiría la vía ferroviaria. Por el momento, dijo, esperará a ver qué le dice el Gobierno.

Las Torres es un asentamiento irregular forjado hace nueve años por cientos de obreros, en su mayoría provenientes de los estados de Chiapas, Veracruz, Tabasco y Campeche que llegaban a Playa del Carmen en busca de trabajo, pero que no encontraban una oferta de vivienda que se acomodara a sus modestos ingresos.

Todo comenzó con algunas lonas y derivó en toda una comunidad que sigue la forma lineal de los cables de alta tensión de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), aún cuando éstos se adentran en la selva.

La hilera de cuarterías se encuentra asentada sobre terrenos federales, por lo que su permanencia es ilegal. Ellos lo saben desde siempre, como también lo supo el Gobierno federal, estatal y municipal que no les han dado una solución al derecho humano de una vivienda digna, tal como lo estipula nuestra Carta Magna.

UN TECHO SOBRE SU CABEZA

En el cuarto donde ha habitado esta familia, las paredes son tablones acomodados en vertical y horizontal, hay tres puertas, dos espacios cuadrados para ventana, sin vidrio; el techo es de lámina cubierto con retazos de impermeabilizante, el piso de losa. Tiene una cama, una hamaca, algo de ropa, varios objetos pequeños y nada más. Aunque ahora se enuncia rápido, Noé comenzó la descripción con las veces que roció cloro para matar a los insectos que plagaban su nuevo hogar; luego ha saltado a la historia de la guitarra que cuelga de una de las paredes, un regalo de su primo que no ha podido usar desde que se accidentó en motocicleta, mismo motivo por el que ha arrumbado el guante de beisbol que se ve al fondo.

Luego platicó sobre las veces que tuvo que ir al basurero con la esperanza de encontrar algo de madera o lámina con lo que pudiera levantar un cuarto o construir la mesa y las sillas que están afuera de la habitación. Ha terminado el recorrido hablando de la angustia de no saber cómo recomenzar su vida en caso de que los corran del lugar.

IDEAS Y OFRECIMIENTOS

El Gobierno federal ha anunciado públicamente que se reubicará a las personas que vivan en lugares por los que pasarán las vías del tren transpeninsular. Supuestamente, el estado donará terrenos y la Federación se encargará de dotarlos de vivienda y servicios que luego ocuparán las personas desplazadas, pero aún nada hay concreto.

Noé teme que incumplan, que los dejen desprotegidos nuevamente y que tengan que recomenzar de cero su vida. De hacerlo mal, la reubicación será como barrer en terracería, las volutas de personas que alzarán terminarán asentándose en las inmediaciones, en caos, sin orden.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, impulsor del megaproyecto, ha reiterado que son diferentes, que no son con sus antecesores. “Espero que así sea”, dijo Noé.

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