A 30 años de la caída del Muro de Berlín, entre la gente del oriente de Alemania predomina el sentimiento de subvaloración. Su economía ha mejorado, pero sigue sin ser autosostenible. La extrema derecha y la xenofobia han ganado terreno en los 5 nuevos estados alemanes y desincentivan la inversión. Las estadísticas reflejan una unificación que sigue sin culminar.
El principal diario conservador de derecha, el Frankfurter Allgemeine Zeitung, lo puso en los siguientes términos en estos días: “ninguno de los consorcios en el Índice Accionario Dax se ha establecido en el oriente alemán, el crecimiento es poco y hay más desempleo: el oriente alemán sigue detrás del occidente del país. Sin novedades”.
El porcentaje del Producto Interno Bruto que generaron en 2018 los 11 estados del occidente alemán (más Berlín) fue de 89 por ciento, de acuerdo a las Oficinas Estadísticas de los Estados y de la Federación.
El 98 por ciento de las 500 mayores consorcios alemanes que cotizan el Dax está establecido en el occidente del país. Totalizan 464 empresas. En el oriente sólo hay 36 de ese calibre. Los investigadores, sin embargo, no consideran que la falta de crecimiento radica en ese factor, sino en los miles de millones de euros canalizados al Oriente en base a una política desacertada de subvenciones.
Mientras que la economía alemana en su conjunto está bien situada a nivel internacional, las diferencias entre el occidente y el oriente del país siguen siendo considerables, de acuerdo al estudio que presentó en marzo el Instituto Leibnitz de Investigación Económica.
El presidente del Instituto, Reint Gropp, estima que las subvenciones deben dirigirse hacia las ciudades germanorientales y no a crear y mantener artificialmente puestos de trabajo. En las sociedades de la información, las ciudades son los lugares centrales para la investigación, la innovación y la generación de prosperidad, subrayó.
Las subvenciones se deben canalizar asimismo a la calidad de la educación. El oriente alemán registra actualmente un gran déficit de gente joven bien preparada. El occidente, en cambio, ha sido exitoso en atraer gente calificada de otros países, sobre todo de Europa. Para ello, se necesitaría en los estados del oriente alemán que hubiera una oferta atractiva de empleos y de vivienda para captar migración calificada.
En ese contexto, el desarrollo político en el oriente es especialmente problemático debido al fortalecimiento de la extrema derecha y de la xenofobia, agrega Gropp.
No obstante, apunta que “el populismo de derecha no es un problema germanoriental, sino global”.
La xenofobia en el oriente alemán se hizo patente desde los primeros tiempos de la unificación alemana con furiosos ataques contra alojamientos para solicitantes de asilo político y migrantes.
Hoyeswerda, una población del oriente alemán en la Sajonia profunda que hasta ese momento era desconocida, adquirió gran notoriedad por los fuertes disturbios xenófobos y racistas en septiembre de 1991, a un año de la unificación. Se lanzaban artefactos incendiarios contra edificios en los que vivían migrantes y multitudes gritaban con júbilo para animar los ataques. La escena se repitió en otras localidades germanorientales.
En diversas poblaciones germanorientales, algunas de ellas en las grandes ciudades como Leipzig y Dresden, se crearon “zonas libres de extranjeros”. Las autoridades locales no intervenían y en los años siguientes quedó de manifiesto que sectores de los cuerpos policiacos germanorientales compartían esas posiciones.
Dresden, la capital del estado germanoriental de Sajonia, es desde noviembre de 2014 la cuna de Pegida, el movimiento de extrema derecha “Europeos patriotas contra la islamización de Occidente”. También está presente en el occidente del país, pero es en el oriente donde cuenta con mayor fuerza.
Un dato que deja en claro la disparidad económica que confrontó desde un principio la unificación nacional desde 1990 es el teléfono. Era una rareza y un privilegio en la entonces República Democrática Alemana (RDA). Sólo 11 de cada 100 germanorientales tenían acceso a un teléfono. La red telefónica de la RDA fue principalmente construida por las fuerzas soviéticas de ocupación y el cableado era de acero en vez de cobre, porque éste último era mas caro. El resultado era una comunicación telefónica deficiente.
Quien vivía en un pueblo y presentaba a las autoridades la solicitud de una línea, debía demostrar que tenía “un interés justificado”. Entre la solicitud de un teléfono y su conexión transcurrían de 10 a 25 años. Lo mismo para comprar un coche, que eran los de fabricación germanoriental, los Trabi (Trabant, que significa satélite en alemán) y los Wartburg.
Las estadísticas demuestran que las diferencias crasas entre los dos sectores de Alemania han disminuido mucho en estos 30 años, pero no tanto como se habría esperado que fuera tres décadas después.
La unificación fue una transformación estructural de una economía centralmente planificada a una de libre mercado. No se empezó de tábula rasa, de cero, sino que gran parte de la planta industrial en oriente era obsoleta e inservible, los daños al medio ambiente eran graves y la infraestructura era deficiente y escasa.
Además, los 16 millones de alemanes orientales tenían otro kit de valores y percepciones, así como una visión del mundo muy diferente a la de los 65 millones de alemanes occidentales. El encuentro de ambos constituyó un choque para los alemanes orientales.
Uno de cada 5 alemanes occidentales aún no ha viajado al oriente del país para conocerlo mientras que el 95 por ciento de los alemanes orientales se interesa y ha visitado la región occidental.
Los alemanes occidentales con trabajo de tiempo completo ganan un promedio de 3 mil 434 euros al mes, y los alemanes orientales 2 mil 707. El costo de la vida en el oriente alemán es entre 10 y 15 por ciento más bajo.
La tasa de desempleo en el occidente es de 4.8 por ciento y en el oriente de 6.9 por ciento. Hace 30 años eran de 9.9 y 18.7 por ciento respectivamente.
Los 11 estados del occidente alemán siguen financiando la economía del oriente alemán con transferencias de miles de millones anuales. Con ese fin se sigue cobrando el Impuesto de la Solidaridad para la Unificación de Alemania, conocido como Soli. Se introdujo en 1991 con carácter temporal. Sin embargo, se sigue cobrando porque la economía de los cinco estados germanorientales aún no se sostiene por sí misma.
En las numerosas entrevistas a los alemanes que se llevan a cabo en estos días por los 30 años de la Caída del Muro destaca la de una muchacha alemana de 18 años, a la que ya no se identifica como germanoriental o germanoccidental. Luisa Regel dijo al principal diario de centro-izquierda, el S├╝ddeutsche Zeitung, que lo que ama de la Alemania actual es “que todos somos libres en todo, hay seguridad, podemos hacer y decir lo que queremos, lo que nos gusta”.
Sobre lo que le preocupa del futuro es que “nuestra sociedad se divide cada vez más, el odio y el descontento se refuerzan a pesar de que nos va muy bien en la salud y el trabajo. Mucha gente ya no discute sino que sólo lanza fake news”.
A la pregunta de cuál es su visión del futuro de Alemania, señala: “que el transporte público sea gratuito para todos. Que las personas sean tolerantes y que no vean ninguna diferencia entre los sexos, la sexualidad, la religión o el color de piel. Que todos tengamos las mismas oportunidades”.
Pertenece a una generación que nació años después de la Caída del Muro y para la que los calificativos de germanoriental y germanoccidental ya no cuentan. Sólo se consideran alemanes.