Los microplásticos son diminutos y casi imperceptibles fragmentos, de menos de cinco milímetros, que han invadido el Caribe mexicano, contaminando los sedimentos, el agua de mar y han conseguido envenenar a peces y arrecifes, según documentaron dos organizaciones civiles y una institución educativa.
Los pequeños contaminantes se encuentran asentados en el fondo, flotando por doquier, en los estómagos de peces y demás fauna marina y hasta enquistados en corales, reportan diversos trabajos.
Manta Caribbean Project es una de las organizaciones que se dedica a monitorear los microplásticos en la región; lo ha hecho durante tres años consecutivos. El pasado miércoles publicó los resultados correspondientes al año que apenas concluyó.
De acuerdo con el reporte, en enero de 2019 se tomaron las primeras siete muestras a lo largo de la costa occidental de Cozumel, ubicada dentro del Parque Nacional Marino Arrecifes de Cozumel, asistidos con una red de arrastre. Durante agosto de 2019 se tomaron las segundas muestras, esta vez en la Reserva de la Biósfera Caribe Mexicano.
Las muestras contuvieron fragmentos (pedazos de una fuente primaria mayor), fibras (de ropa, hilos de pesca, cuerdas sintéticas) y espuma (partículas de poliestireno).
“Los fragmentos fueron las partículas más abundantes en la mayoría de las muestras analizadas (ÔǪ) De manera similar y para las muestras restantes, las fibras fueron el segundo tipo de partículas más abundante. Finalmente, las partículas de espuma fueron las menos abundantes”, se lee en el documento.
La organización pudo dar cuenta en algunos lugares de la concentración de microplásticos por kilómetro cuadrado.
“Las concentraciones variaron de 4.9 partículas/km3 en Cozumel a 99 partículas / /km3 cerca de Isla Mujeres”, apuntaron. En Cozumel hallaron poco más de 300 fragmentos, de 200 fibras y escasas espumas. En Isla Mujeres, más de 300 fragmentos, unas 30 fibras, y ninguna espuma.
El problema, alertó en entrevista Alethia Vázquez Morillas, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), es que las ingentes cantidades de microplásticos que se hayan en los mares continuarán ahí hasta que se desintegren, lo cual podría durar decenas de años.
Luego de casi tres años de investigación, Vázquez Morillas y su equipo de investigación pudieron registrar microplásticos en el fondo marino de tres playas públicas de Quintana Roo, de más de 40 playas de todo el país que monitorearon: Holbox, Playa del Carmen y Mahahual.
“Se encuentran de todo tipo, pero, por supuesto, los que más se ven son los que se usan en embalaje; serían plásticos asociados a botellas, pet, poliestireno, polipropileno y poliestireno expandido”, dijo la científica.
En las muestras tomadas en la playa de Holbox, comenta Morillas, se hallaron 200 microplásticos por metro cúbico.
En el sitio estudiado en Playa del Carmen, una zona más turística, más concurrida, los resultados preliminares arrojaron una concentración dos veces mayor que en Holbox. Los resultados de Mahahual aún quedan pendientes.
Morillas comentó que existe un concierto internacional de que el 80% de los plásticos encontrados en los océanos provienen de actividades terrestres, ya de la playa, ya de actividades primarias, secundarias y terciarias; de actividades recreativas y pesqueras.
“El problema de los microplásticos”, insiste, “es que, a veces, son tan diminutos que no son visibles a simple vista, se encuentran dispersos por el fondo marino. Es casi imposible pensar en una solución de limpieza. Las medidas que se pueden tomar son para que ya no siga incrementándose el problema”.
Durante 2019, Green Peace también evidenció la presencia de microplásticos en peces de Puerto Morelos.
En un estudio publicado en octubre de 2019, informó que, de 218 estómagos de 16 especies de peces analizados, todos de importancia comercial para la zona, 61%, es decir, 133 individuos, contuvieron poliéster, etileno, vinil, acetato, nailon, polietileno, polipropileno y celofán.
El peligro del plástico para la fauna marina es que puede haber enmallamientos, asfixia e inanición después de ser ingeridos.
Otro problema es que absorben y luego son portadores de contaminantes orgánicos persistentes, los cuales incluyen Dicloro- Difenil-Tricloroetano (DDT) y compuestos industriales conocidos como policlorobifenilos (PCB).
Este tipo de químicos, subraya el informe de Manta Caribbean Project, cuando se liberan en el torrente sanguíneo, aumentan las tasas de cáncer y la disminución del éxito reproductivo en ciertas especies.
Además, se bioacumulan y biomagnifican a través de la cadena alimenticia, lo cual significa que los depredadores reciben las toxinas de sus presas. A esto se le suma que también son un peligro también para los corales.
En un estudio reciente, Joseah Lamb, investigadora de la Universidad de California, concluyó que la probabilidad de que un coral enferme aumenta del 4 al 89% cuando hay plásticos en el ambiente o cuando se adhieren a estos animales.
Actualmente, los corales de Quintana Roo padecen una rara y letal enfermedad denominada síndrome blanco, que en menos de nueve meses ha matado al 40% de los arrecifes del estado.
“No sabemos bien cómo los va a afectar; lo que sí sabemos es que no les hace bien por ser un agente externo”, dice en entrevista telefónica Eric Jordán, investigador del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM.
“Los plásticos incrustados en los corales pueden provocarles estrés, lo cual conduce a su blanqueamiento, que puede desembocar en el síndrome blanco y finalmente en la muerte”, ahondó.
Para mitigar las consecuencias, y debido a que es imposible extraer estos contaminantes del mar, Vázquez Morillas urgió a reciclar los plásticos, mejorar la manera de manejar los residuos, generar sistemas eficientes de separación y de acopio.
“Las personas tenemos que abandonar la comodidad de usar desechables, de desecharlo todo junto; los políticos tienen que asumir los costos políticos de implementar políticas públicas que regulen el uso de plásticos; las empresas deberían de producir con materiales reciclados, hacerlos reutilizables y ser corresponsables en su recolecta”, reafirmó.
Manta Caribbean Poroject citó un estudio de 2014, elaborado por el Instituto 5 Gyres, en el cual se estima la existencia de más de cinco trillones de piezas de plástico en el océano, equivalente a más de 250 mil 000 toneladas de este material.
Como se aprecia, hay aproximaciones acerca de la abundancia de microplásticos; sin embargo, hay entes aún más diminutos, nanoplásticos, prácticamente imperceptibles para el ojo humano, de los cuales no existen estadísticas y mucho menos programas de limpieza ni concientización ambiental al respecto. El peligro de éstos enfatizó Jordan, es aún desconocido, en tanto que no han sido estudiados.
Por Ricardo Hernández