Hace 50 años solo existía una casa en el norte de Quintana Roo, ubicada en la leng├╝eta de tierra que ahora conocemos como zona hotelera.
En aquella solitaria cabaña, rememora Rodrigo Leal Moguel, quien formó parte de Infratur (ahora Fonatur), se fraguó la negociación del primer crédito que Estados Unidos otorgara para un proyecto por demás aventurado: fundar una ciudad en medio de la selva y frente al Mar Caribe llamada Cancún.
La narrativa oficial adjudica a Alejandro Morones Ochoa, también de Infratur, la labor de convencimiento de la banca norteamericana para que otorgara el crédito.
Fue, se suele decir, su minucioso y exhaustivo trabajo inquisitivo que atrajo la atención de los vecinos del norte; investigación que incluía estadísticas sobre la entonces cada vez más decadente balanza de pagos y las alternativas para compensar la entrada de divisas extranjeras, las prospectivas sobre la derrama económica que implicaría la fundación de una nueva ciudad turística, las ganancias que de ello obtendría el Estado mexicano y los miles de empleos que se crearían.
Lo que pocos saben, dice “Rudy” Leal, es que el “sí” se jugó en un acto poco intelectual y menos solemne: en un día de pesca en las aguas del Caribe Mexicano, en el que participó Paul Walker, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, quien se encontraba en estas tierras por invitación de Jesús Silva Herzog, estadista mexicano.
“Me dijo don Jesús: ‘hay que llevar a este señor a pescar un macabi. Tienes que hacer que pesque. porque él dice que si pesca nos firma el crédito”, recuerda “Rudy”, en una conferencia impartida por estos días, a propósito de la próxima celebración de los 50 años de Cancún.
Y, en efecto, así fue, asegura, entre risas el nativo de Quintana Roo, quien entonces se encargaba de la “casa de visitas”, de su mantenimiento y la atención de los casi siempre destacados invitados.
Luego de dos jornadas exitosas de pesca, guiadas por “Rudy”, se pactó el monto que se necesitaba para iniciar con las primeras obras de Cancún.
“El primer día nos fuimos a Isla Blanca, a la laguna de Chacmuchuch, donde siembre hay macabi. Nos fuimos en una lancha a pescar. Al día siguiente, fuimos a los ojos de agua del Río Inglés, donde pescó aún más. Al señor le gustaba soltarlos apenas los pescaba. A la hora de la comida, me dijo don Jesús: muchas gracias, ya nos va a firmar el crédito el señor Paul Walker porque está feliz de haber pescado tanto”, relata “Rudy” desde la Biblioteca Nacional de la Crónica.
La amplia cabaña en cuestión era propiedad de José de Jesús Lima, empresario que había elegido Isla Mujeres para gastar sus días de retiro y que había mandado a edificar una estancia en las costas de Cancún, la cual usaba para alojar a sus amigos o para pasar algunos días en soledad.
Esta se encontraba a la altura del kilómetro 7.5 de la ahora avenida Kukulcán.
La cabaña luego sería donada por Lima para que fuera usada por el Infratur para alojar a los ideólogos mexicanos que planearon la ciudad o a los extranjeros que se quería deslumbrar con el paisaje, a fin de que invirtieran en la zona.
Fue, especialmente, el lugar que recibió a personajes de talla internacional, tan disímbolos, entre ellos el Sha de Irán, Fidel Castro, Margaret Tatcher o Mahatma Gandhi.
De Mohammad Reza Pahleví, quien fuera el Sha de Irán por 38 años consecutivos, hasta la Revolución islámica del 11 de febrero de 1979, “Rudy” recuerda el ejército de personas que llegaron para brindarle majestuosa atención.
Para su alimentación, dice sorprendido el conferencista, la comitiva trajo consigo caviar asiático, junto con sus respectivos condimentos y demás alimentos y bebidas.
Conocido por su privilegioso y envidiado gusto culinario, “Rudy” decidió añadirle langosta a su cotidiano caviar y proponerle al chef personal darle una prueba al Sha.
“Desde entonces diario pidió el mismo platillo: caviar con unas rebanadas de langosta, acompañado de chile”, narra.
Además de a más de una veintena de mandatarios extranjeros, “Rudy” recibió en la cabaña a por lo menos cuatro presidentes de México.
Por su importancia histórica y para su conservación, este sitio fue desmontado palmo a palmo y reconstruido en el centro del Parque Kabah, donde aún permanece y donde se pueden apreciar algunas fotos de los innumerables eventos suscitados en él.
Por Ricardo Hernández