No todo acerca del sargazo es malo. Un estudio reciente, elaborado por un grupo de científicos, demostró que la masa de esta macroalga que flota en el océano Atlántico absorbió, de 2011 a 2019, unas 19.3 toneladas de dióxido de carbono (CO2), que equivale a lo emitido por la Ciudad de México en un año.
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El CO2 es el principal gas de efecto invernadero; su presencia ha pasado de 300 a 414 partículas por milímetro (ppm), de 1960 a febrero 2020: tendencia que no frenará.
El sargazo había sido considerado una plaga, contaminante, un invasor, una tragedia para sistema ecológico y para el turismo en las playas donde recala, se pudre y emana lixiviados, pero, por primera vez, asoman cosas positivas de este material orgánico.
El estudio, realizado por un grupo de investigadores del Centro de Investigaciones en Materiales Avanzados (Cimav), Tecnológico de Chetumal y la Universidad de Colombia, encabezado por Daniel Lirdizábal Gutiérrez, reveló que el sargazo ayuda a secuestrar grandes cantidades de CO2 de tres maneras, dos de las cuales ya se conocían y una descubierta recientemente.
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AYUDA A SECUESTRAR GRAN CANTIDAD DE CO2
La primera es a través de la fotosíntesis; sin embargo, una vez que la biomasa se degrada, producirá CO2 nuevamente y volverá al ciclo del carbono.
La segunda forma es de manera indirecta, a través de los polizontes que viajan con ella. Esta macroalga alberga una gran cantidad de macrofauna móvil y adherida, como los poliquetos y moluscos. Esta variedad de moluscos fijan el CO2 al formar sus conchas que son, principalmente, de calcita.
La última forma de fijación de CO2 es en la que se centra este estudio: la producción interna de carbonato de calcio en forma de calcita.
Para el estudio, los investigadores recogieron muestras de las playas de Chetumal y Cancún, en dos zonas de cada demarcación. Para esto, recolectaron alrededor de diez kilogramos de sargazo en cada una, en mayo de 2019.
El material se enjuagó y separó manualmente en tres partes: vesículas, tallo y hojas, para luego analizarlas.
La primera parte tiene forma de una vejiga y se encuentra cerca de las hojas; sirven para mantener a las algas flotando en la superficie del agua, para que reciban más luz para la fotosíntesis: son generalmente esféricas o elipsoidales. La segunda es el thallus, la rama que conecta las hojas y las vesículas, y la tercera son las hojas.
“Los resultados indican que las hojas contribuyen a la producción más alta de calcita, con 15.2%, seguidas por el tallo, con 13.0%, y las vesículas, con 9.6%”, se lee en el estudio.
“Usando la detección con imágenes satelitales, se estima que el Gran Cinturón del Sargazo Atlántico (GASB) tenía una extensión de ocho mil 850 km. Se estimó una cantidad de sargazo en la zona durante los años 2011ÔÇô2019. Con base en estos datos, calculamos el CO2 retenido por GASB para este período, que fue de aproximadamente 19 millones de toneladas”, define el estudio.
De acuerdo con el Inventario de emisiones de CO2, elaborado por el Gobierno de la Ciudad de México, esta ciudad emanó en 2016 un total de 14.8 millones de toneladas, es decir, 4.5 millones por debajo de lo absorbido por el cinturón del sargazo en cinco años.
“La calcita es una de las mejores formas para retener CO2 y mantener el equilibrio de este gas de efecto invernadero en la atmósfera de la tierra. La gran ventaja de este tipo de la fijación es que, a diferencia de la fotosíntesis, este CO2 no se incorporará al ciclo del carbono y, a largo plazo, será establecido como una roca sedimentaria”, señalan.
“Considerando esto, sería un error al eliminar el sargazo del mar abierto, donde también sirve como hábitat para varias especies. Sin embargo, cuando el sargazo está cerca de la costa, lo más probable es que muera, y su función para absorber CO2 habrá terminado, por lo que eliminarlo no afectar su función de biorremediación”, concluyen los académicos.
Por Ricardo Hernández