Aprovechando que el jefe no está, Tatiana Clouthier, secretaria de Economía, se sinceró y aceptó lo que millones de agentes económicos en todo el país ha padecido durante casi un año, que el Gobierno federal no hizo lo suficiente para apoyar a las personas y a las empresas durante esta crisis económica, derivada de la crisis sanitaria, porque no pensaron que durara tanto. Este reconocimiento a secas, sin acompañarlo de recursos para rescatar a tantas empresas moribundas y a tantos mexicanos en el desempleo, no sirve de nada. Quedará Los pronósticos de los optimistas como una contradicción más de las tantas de la cuarta transformación.
Lo cierto es que, en este momento, justo cuando la recuperación económica se ha interrumpido por el aumento en los casos de contagio de Covid-19, hay entre algunos analistas internacionales un notable optimismo sobre el futuro de la economía mexicana, en especial aquellas actividades relacionadas con el mercado externo.
Es un optimismo que, por ahora, no es compartido por una mayoría de pronosticadores dentro del país. Recientemente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) modificó al alza su expectativa de rebote del Producto Interno Bruto (PIB) de México hasta 4.3% para este año. Aunque dejan claro que para el 2022 la recuperación se interrumpe hasta un modesto crecimiento de 2.5%. En esta mejora en el pronóstico del FMI no está incluido el mea culpa de la secretaria Clouthier y la expectativa de que, finalmente, haya una reacción de apoyo a la economía interna por parte del Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. En ese repunte hay dos esperanzas puestas.
La primera, es que las vacunas contra el SARS-CoV-2 se distribuyan rápido, se apliquen de manera eficiente y que funcionen. Y la segunda esperanza es que la economía de Estados Unidos despegue y arrastre al sector exportador mexicano. Mientras tanto, el director para América Latina de la firma MoodyÔÇÖs Analytics, Alfredo Coutiño, se puso más optimista que hasta los otros datos presidenciales y calcula que el PIB de México podría crecer hasta 7.5% este año. El motor que impulsaría este espectacular crecimiento estimado, digno ganador del trofeo del club de los optimistas, es, otra vez, Estados Unidos.
La lógica tiene que ver con la coordinación entre los ciclos económicos de ambos países. Aunque valdría la pena ver que los indicadores industriales de ambos países se desfasaron desde hace más de un lustro y mientras Estados Unidos crecía, México se estancaba. Y ni hablar de 2019 que marcó el divorcio definitivo entre los ciclos de ambos países. Pero, en fin, hay un optimista ilustrado en el escenario y hay que escucharlo.
Lo que parece indudable es que la fuerza de recuperación de la economía mexicana será importada del mercado estadounidense. En la medida en que prosperen las políticas de control de la pandemia del Gobierno de Joe Biden y tengan éxito las políticas de expansión de su economía, las exportaciones mexicanas se habrán de beneficiar.
El problema para avalar a los analistas muy optimistas es que el mercado interno tiene pocos resortes para un rebote de gran dimensión. Si bien un “México vacunado” hacia el tercer y cuarto trimestres de este año dará cifras comparativas extraordinarias, tampoco parece alcanzar la fuerza para recuperar tan rápido todo lo perdido.
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