La vacuna contra la COVID, actualmente en distribución, aunque aún insuficiente en cantidad y distribución, podría no ser suficiente para reactivar el turismo de larga distancia.
Expertos estiman que no sería sino hasta el 2023 que este tipo de viajes puedan retomarse con la seguridad de antaño.
Cuando se dio el anuncio de que las vacunas COVID habían sido aprobadas por haber demostrado eficacia y cumplido con todos los requerimientos científicos y sanitarios, hubo una sensación de esperanza.
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Agencias de viajes comenzaron a lanzar estrategias de promoción de viajes hacia destinos turísticos, touroperadores esperaban volver al acecho y se pensaba que pronto podría volver la normalidad.
Sin embargo, los ánimos cada vez son menos o más cautos, pues hay problemas con la producción y distribución de la vacuna.
Tampoco se ha demostrado que las vacunas sean eficaces contra las variantes más infecciosas que han llevado a los gobiernos de Australia y el Reino Unido a cerrar, en lugar de abrir, las fronteras.
Todo lo cual ha menguado las expectativas de una recuperación significativa de los viajes a nivel mundial.
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A todo ello se suma el peligro al que se enfrentan las aerolíneas, por falta de liquidez, derivado de la falta de clientela, de operaciones, durante largos meses de emergencia sanitaria.
Además, el retraso amenaza con acabar con las carreras de cientos de miles de pilotos, personal de vuelo y trabajadores de aeropuertos que ya llevan casi un año sin trabajo, apuntó El Financiero.
En lugar de una vuelta a la conectividad mundial -uno de los milagros económicos de la era del jet-, el prolongado aislamiento internacional parece inevitable.
“Es muy importante que la gente entienda que, por el momento, todo lo que sabemos sobre las vacunas es que reducen muy eficazmente el riesgo de padecer enfermedades graves”, dijo Margaret Harris, portavoz de la OMS en Ginebra. “Todavía no hemos visto ninguna prueba que indique si detienen o no la transmisión”.
Sin duda, es posible que el repunte de los viajes se produzca por sí solo, sin necesidad de pasaportes con vacunas. Si las vacunas empiezan a reducir las tasas de infección y muerte, los gobiernos podrían ganar la suficiente confianza para eliminar las cuarentenas y otras restricciones fronterizas, y confiar más en las pruebas COVID-19 de los pasajeros antes del vuelo.
Con información de El Financiero/Redacción