VENEZUELA.– A escondidas de su madre, este niño creó este singular negocio en enero, cuando abrió una página en Twitter, donde ofertó sus creaciones y explicó que era para que su mamá “no salga a la calle y se enferme de COVID-19”; si llegara a sobrar, el menor de edad sólo anhela comprarse un bote de mantequilla de maní.
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Todo esto lo hace sin descuidar las labores escolares que, a causa de la pandemia, son vía online; ni tampoco sin dejar de realizar lo que la mayoría de los niños disfrutan, como salir a ‘echar la reta’ de futbol o tratar de pasar algún videojuego.
Uno de los mayores sueños de Samuel es comprarle una nueva casa a su mamá y así dejar el pequeño hogar donde viven en Barquisimeto, Venezuela, ubicada al noroeste del país. Anhelo que luce complicado en una nación sumida en la crisis, donde 8 de cada 10 personas están cerca de la pobreza extrema y el salario mínimo permitiría adquirir un hogar en 4 mil años.
A diferencia de otros niños, Samuel Andrés ha sabido lo que es no tener un hogar. En 2019, cuando los apagones masivos empezaron a afectar Venezuela, él y su familia migraron a Colombia, pero volvieron en diciembre de 2020, ante la falta de oportunidades y la discriminación sufrida en la nación vecina.
“Estoy orgullosa de él, no tengo palabras”, confiesa Magdalena Rodríguez, madre del niño, en una entrevista concedida a la agencia AP. Quien también está orgulloso de Samuel, es el artista plástico, Oscar Olivares, quien le otorgó una beca para que estudie en su academia de arte y mejore su técnica.
Ni la pobreza ni el Síndrome de Asperger han sido barreras para este niño. Samuel presenta esta condición del espectro autista (y no, no es causada por las vacunas), la cual sólo le hace ser un poco más introvertido y dificultar su interacción social. Los niños con este síndrome suelen sobresalir en historia, matemáticas, ciencias exactas o el arte.