La kombucha se originó en el noroeste de China sobre el 220 a. C, y se difundió en el 414 d. C como medicina y se extendió a través de las rutas comerciales a Rusia y Europa Oriental. Los alimentos fermentados han sido básicos en muchas culturas. La kombucha es una bebida fermentada de té, un 5-8% de azúcar y un cultivo simbiótico de bacterias y levaduras ’Scoby’. Todos estos ingredientes, se dejan reposar durante al menos 7/10 días.
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Desde hace varios años, la kombucha gana popularidad frente a otras bebidas por sus beneficios para la salud.
Ayuda a reducir los niveles de colesterol, aporta antioxidantes que benefician al sistema inmunológico. La kombucha tiene una pequeña cantidad de alcohol, no se debe tomar si estás embarazada o si sufres enfermedad renal.
La kombucha generalmente se obtiene de la fermentación de té negro o verde por un consorcio de bacterias del ácido acético y levaduras. Los ingredientes básicos de la kombuha son el té negro, la levadura y el azúcar. La kombucha tiene un pH bajo similar a los refrescos azucarados, por eso si se beben a menudo pueden afectar al esmalte dental.
La cambucha aporta un cóctel interesante de antioxidantes, tiene vitamina C, polifenoles y flavonoides. Los antioxidantes son moléculas que colaboran con el sistema inmunológico para luchar contra la oxidación celular. Este proceso se produce cuando los radicales libres, (moléculas inestables que quieren robar un electrón a otras células) van aumentando generando una cadena de células inestables.
La bebida se ha puesto de moda en Estados Unidos y Europa, a pesar de ser usada desde hace siglos, los expertos en nutrición afirman que aún no hay evidencias científicas para respaldar la mayoría de las propiedades.