Chetumal, 26 de octubre. – Entre criptas y mausoleos el Panteón Municipal de Chetumal guarda singulares historias que la tradición oral ha convertido en historias. Abierto en febrero de 1938, durante el gobierno del general Rafael E. Melgar, cuando Quintana Roo era un territorio federal.
Para hablar de las historias que guarda este camposanto, es menester explicar que el primer cementerio de la ciudad se encontraba ubicado junto a la avenida de los Héroes; sin embargo, fue necesaria la reubicación del panteón debido a que la zona sería ocupada para la construcción de las primeras casas de mampostería destinadas a los burócratas del gobierno territorial.
Así trasladaron el panteón a un lugar deshabitado al poniente de la ciudad, que fue utilizado para milpas y carboneras, un predio entre las arterias Chapultepec y Efraín Aguilar.
Es aquí donde inician las leyendas que hoy nos ocupan, y las más singular, conocida y que con más cariño guardan en su memoria los chetumaleños es la de la tumba de la “Niña del Taco”, se trata de una sepultura adornada con la estatua de una pequeña niña con un vestido blanco, esta sostiene entre sus manitos un taco, que en vida respondía al nombre de María del Carmen Rodríguez León.
En su lápida, entre letras que el tiempo intenta borrar, se puede apreciar el mensaje que dejó para la posteridad la familia de la amada menor que no alcanzó a cumplir dos años de edad, al fallecer el 21 de junio de 1959.
“El 25 de octubre de 1957 nació una estrellita, llenando un gran vacío, en el que el destino no deparó; más quiso la virgen siempre acabar con la ilusión, llevándose a la estrella a su sublime mansión y el 21 de este, hasta el cielo la llevó. En recuerdo de su padre y su abuelo”, reza la lápida.
La historia real de su fallecimiento es algo que el tiempo se logró tomar para sí, pero varias versiones han surgido de este hecho que se ha vestido de leyenda entre los chetumaleños. La más aceptada es que María comía un taco cuando se atragantó con el mismo, y que, a pesar de los esfuerzos, su padre no logró ayudarla, por lo que el alimento que le sustentara la vida le ocasionó una asfixia que la arrastró a su muerte.
Pero existen dos variantes de esta tragedia que le dan un giro macabro a la muerte de la infante María, puesto que cuenta un rumor que la madre de la infanta murió en el parto, a pesar del luto, su padre no tardó en encontrar otra pareja, quien no toleraba el cariño y las atenciones que su esposo prodigaba a la hija nacida de su primer matrimonio, un día, cuando María pidió de comer, su madrastra en un arranque de ira, la forzó a comer un taco, con una mano le tapó la boca hasta que se lo tragara, pero la pequeña no pudo ingerirlo y murió atragantada.
El padre llegó horas después, para encontrar a su cónyuge en el suelo, con la menor en brazos, llorando arrepentida por el atroz acto que cometió.
La última versión sobre la muerte de la niña es que la tía materna pretendía asesinar al papá de María del Carmen (se desconocen los motivos), para lo cual colocó veneno en un taco, pero antes de que el hombre llegara a la vivienda, la pequeña se lo comió y murió.
Han pasado 63 años de esta muerte, y se desconoce si tiene familiares con vida o si ellos fueron los que mandaron hacer la imagen que reposa sobre la tumba; sin embargo, el pueblo ha conservado esta historia décadas, su tumba siempre está arreglada y se aprecian juguetes antiguos y nuevos, como muestra de cariño hacia la niña del Panteón Municipal que sostiene un taco a perpetuidad.