En Oaxaca, la noche del 31 de octubre es para velar en los panteones. La creencia de sus habitantes es que esperan a las almas de sus seres queridos, las almas de quienes ya no están físicamente con nosotros.
Este es un momento de fiesta, aquí no caben las tristezas. Las tumbas se adornan con cientos de flores de cempasúchil y de velas, muchas velas, que son la luz que recibirá a esos seres espirituales que convivirán durante dos días con los vivos.
El camposanto se convierte en un espacio para la convivencia. Las familias llevan comida, música y bebida; es un lugar de encuentro y de reunión.
Algunos prefieren llevar lo que al difunto le gustaba más en vida y pasan ahí la noche, disfrutando de los manjares y de la música que le gustaba a los muertos.
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En Xoxocotlán y Atzompa, los dos espacios más tradicionales de Oaxaca en el Valle Central, la noche del panteón transcurrió sin incidentes.
Así se recibe a las almas de los difuntos en territorio oaxaqueño. El culto a las ánimas es devoción pero también fiesta, combinan ambas para que reditúe también en beneficio económico, pues llegan turistas para vivir esta celebración.
Con información de 24 Horas Nacional
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