Santi Rivas, el experto en vino de Gastro SER, ha detectado un curioso traspaso de este fenómeno periférico: de los barrios a las bodegas.
“Un vino puede ser caro por tres motivos”, explica. “La primera razón sería que lo lleva en su ADN, como sucede con vinos de Burdeos, como Pétrus o Château Margaux, y también con Vega Sicilia. La segunda causa sería la antigüedad: un Viña Ardanza de 2015 cuesta 25 euros, pero uno de 2001 cuesta 200″.
Más allá del caché histórico o de las añadas legendarias, de todas formas, hay un tercer motivo que explica el alto precio de algunas referencias: la gentrificación, un “fenómeno moderno, de no más de 10 años”, según cuenta el autor de Deja todo o deja el vino.
“Un caso que cualquiera puede comprobar en Google es el Kenjirō Kagami, un productor japonés del Jura (Domaine des Miroirs) que vende sus botellas a 60 euros. A Madrid solo llegan 6 y las compra un bar que se llama Angelita. Ahí, cuando ven a un cliente conocido, se lo ofrecen a un precio razonable de 140 o 150 euros. Pero si lo intentas comprar en internet, el precio es de 2.160 euros”.
Así es como ciertos vinos, en tiendas o restaurantes, pueden llegar a alcanzar precios que multiplican por 20 su valor original. “El mecanismo es bastante simple”, cuenta Santi Rivas. “Cuando el vino está bueno, hay pocas botellas y encima tiene fama por lo que sea, el cóctel puede llegar a ser explosivo porque el mercado es global, así que el precio lo puede acabar poniendo un señor de Japón. ¡Y eso está pasando!”.
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Santi Rivas señala que la gentrificación explica en parte el precio de los vinos de Borgoña, porque su modelo se basa en las bodegas que apuestan por una pequeña producción. Pero en España también hay casos muy conocidos: “Si quieres un Viña Tondonia blanco o rosado, en EEUU no baja de 300 o 400 euros, cuando en realidad sale de bodega a 30 euros. Quizá ese haya sido el primer vino gentrificado español”.
El caso de La Rioja Alta, una de las bodegas del legendario Barrio de la Estación de Haro, responde a “un modelo mixto”, según Santi Rivas, “porque ellos han subido los precios”, pero en paralelo también lo ha hecho el mercado secundario. “Hace dos años algunos de sus vinos no llegaban a 40 euros y ahora rozan los 80. El consumidor iniciado está empezando a sostener su propia industria y se está gentrificando”.
Según Santi Rivas, la gentrificación no suele obedecer a un premio, una puntuación alta o una buena crítica, sino más bien al “mimetismo de las redes sociales”. En su opinión, “todo ayuda, pero lo más decisivo suele ser el comentario de un influencer“.