Elvira Chel May, la licenciada y maestra comunitaria en Dziuché, es fundadora de la asociación Mujeres Mayas, Mujeres Fuertes, que creó al enfrentar una situación de violencia digital en su familia, esta vicisitud le hizo ver la indefensión en la que se encuentran las mujeres indígenas al no poder salir de los círculos de violencias que persisten de una cultura machista en comunidades rurales.
La carencia de recursos y de la comprensión del español impide que miles de mujeres mayas puedan denunciar los abusos que sufren de esposos, padres o hasta hermanos, que las ven como propiedad más que como seres humanos.
“El machismo existe en esas pequeñas comunidades donde las mujeres somos marginadas, donde no tenemos ni derecho, ni a voz, ni a voto, donde estamos se sujetan a una persona a un marido, y debemos aguantar la violencia intrafamiliar, que es una cruz que tienen que soportar”, explicó.
Ante tal situación, formó esta red de ayuda y asesoramiento, pues las mujeres de la etnia maya difícilmente tienen una formación académica, por lo que desconocen los derechos que les son conferidos por la ley, puesto que aunque las condiciones en las que viven siguen similares que las de a inicio del milenio, la violencia sí se actualiza, y ha tomado forma en la era digital, donde son exhibidas sin su consentimiento por personas cercanas y compartidas por teléfono celular, para luego ser acusadas de ser las responsables, con la culpa social que esto conlleva.
“Me hice feminista para apoyar a esas mujeres que en la mayoría de mi comunidad sufrieron violencia digital, ellas prácticamente fueron dañadas física, emocional y verbalmente, la verdad yo soy madre sobreviviente de una víctima de violencia digital; es difícil, es una situación en la que las mujeres pues muchas veces no conocen sus derechos y al querer presentar una denuncia las autoridades no responden y les hacen volver a vivir ese dolor, las revictimizan”, manifestó.
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Explicó que el sistema de justica refuerza esta vulneración, ya que son pocas las mujeres que tienen el valor de enfrentar a sus agresores, pero al acudir a las instituciones de ayuda, se enfrentan a un aparato burocrático que no está diseñado para escucharlas, pues la falta de intérpretes en los ministerios públicos les hace imposible levantar una denuncia, con lo que pierden el ánimo para seguir el proceso. Terminan aceptando la triste realidad que les envuelve.
“En mi pueblo como tal acostumbrados que son caciques tienen influencias políticas, tienen dinero, prácticamente, ellos salen ganando porque muchas de esas mujeres ni siquiera dominan el español entonces acuden a una autoridad y no saben expresarse, no hay traductores mayas, no tenemos en las fiscalías”, criticó.
Las mujeres mayas son dependientes económicas de sus parejas, viven en rancherías o pueblos alejados de las cabeceras municipales, por lo que la falta de recursos les impide, en muchos casos, trasladarse para exigir justicia.
Elvira Chel May actualmente da seguimiento a tres casos de violencia digital, pero desde que emprendió este esfuerzo para llevarles justicia a sus congéneres, a logrado a tender hasta 30 casos de violencia física, vicaria, económica, psicológica, entre otros casos, uniendo fuerzas con quienes pasan de víctimas a sobrevivientes que inspiran a otras para levantar la voz.
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