Hace cosa de un año, cuando me dijeron que entraría a este diario, me sentí invadido por el síndrome del impostor. Aunque estaba listo, yo no lo sentía.
Mientras el mundo gira, mis pies se detienen.
La vida muchas veces va más rápido que los acontecimientos. No es lo mismo hablar del diablo que verlo venir y por más que lo anticipemos, uno nunca está seguro de para dónde hacerse. Cada caso es distinto.
Cuando todo cambia
Apenas pasando Xcaret, en el municipio que aún hoy día se llama Solidaridad, se encuentra un maravilloso destino ecoturístico que ofrece una serie de recorridos inigualables a través de cavernas insertadas en plena selva, las cuales son testigos del paso del tiempo y nos permiten apreciar la magnificencia de las estalagmitas y estalactitas.
En el comienzo de este tercer mes del año, tras mucho tiempo de anhelo, finalmente pude hacer una visita a este sitio, en la que además de la ineludible inserción en aguas subterráneas, pudimos hacer uso de tirolesas, bicicletas y descender a rappel en compañía de un gran guía que hizo de toda la experiencia algo muy ameno.
Todo para que después me dijeran que traía aliento alcohólico, algo que yo nunca noté. Me duele pensar que con algo peculiar tiene que lidiar para lograr soportar la humanidad. O quizá sólo se había ido de fiesta, qué se yo.
“En 25 años de alcohólico, nunca me dio una cruda: No la dejé llegar”, decía Pedro.
El fin de una era
El Comandante avisó que se iría de aquí, y yo no me lo creía. Antes hubo otro caído, el mero 24, y ya era mucho.
No hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo aguante. Por más que disfrutes tu chamba, estancarse es una pobre forma de morir. De qué sirve pensar de cuando maravilla fuimos…
Salirse no es fracasar, es buscar un mejor lugar para existir, y ser feliz todo el día, o lo que de él se pueda. Nos toca hallarnos, porque la vida, ocurre, está ahí afuera.
Cuesta trabajo ser uno mismo, pero cuesta más ser alguien más. ¿Es posible ser lo que uno no quiere ser?
Ya no me vuelvo a encariñar con un compañero, como dijera la esposa del carcamán.
Tú eres mi amigo
Ahora duele, pero limpio, lloro, olvido y caminaré en lo que espero a que venga un nuevo ser humano. Estoy vivo y el periódico se llena de letras. No es tan malo ser empleado, algún día creceré y podré volar. Hasta que se colme la melancolía.
Que cada uno elija su propia frecuencia. Puede que el día a día nos gane, pero demostremos que el cariño es más fuerte.
Me voy, que ya se viene otra edición encima.