El magnicidio del entonces candidato del PRI a la Presidencia de México, Luis Donaldo Colosio Murrieta, el 23 de marzo de 1994, fue el colofón de la larga decadencia del sistema político mexicano, aquel que comenzó en 1929 con la creación del partido tricolor, en el maximato de Álvaro Obregón.

El vacío que dejaba el modelo político que fue considerado la “dictadura perfecta” por el escritor Mario Vargas Llosa, fue llenado por el modelo económico neoliberal, que a su vez, intentó implantar el bipartidismo estadounidense de republicanos y demócratas, en la versión mexicana de panistas y priistas, respectivamente.

Aunque Ernesto Zedillo ganó por amplia mayoría al haberse impuesto en una campaña basada en el miedo, en las elecciones intermedias de 1997 el PRI perdió por primera vez la mayoría en la Cámara de Diputados y tres años después, Zedillo entregaría la Presidencia al PAN, ya bajo el libreto del bipartidismo y en acuerdo con Estados Unidos, según Francisco Labastida, el candidato perdedor ante Fox.

Se vendió la idea del cambio de régimen o de la alternancia democrática, pero todo quedó en una continuidad de lo mismo; y peor, la esperanza del cambio la destruyó en poco tiempo Vicente Fox, tanto, que tuvo que recurrir a un magnicidio electoral en 2006, que ya todos conocemos.

Aburto ¿asesino solitario?

Aunque Mario Aburto fue encarcelado y condenado como “asesino solitario” de Colosio, en el imaginario mexicano quedó sembrada la duda e incluso la certeza, de que se trató de un crimen de Estado, bajo el mandato del presidente Carlos Salinas de Gortari y su hermano Raúl Salinas de Gortari, quien tenía motivos para eliminar a Colosio y el poder para organizarlo; como también lo tenía con el asesinato de su propio cuñado, José Francisco Ruiz Massieu, esposo de Adriana Salinas, quien también perdió la vida poco después, el 28 de septiembre de 1994, a escasos dos meses de que dejaran el poder él y su hermano. 

Quien impuso a Zedillo como candidato y presidente, ya no fue el dedo presidencial de Salinas completamente, sino el súper asesor José María Córdoba Montoya, protector de Zedillo, quien garantizaba la continuidad del modelo neoliberal proyectado con Miguel de la Madrid y detonado por el propio Salinas de Gortari.

Luis Donaldo Colosio pronunció el famoso discurso “Veo un México con hambre y sed de justicia”, el 6 de marzo de 1994, unos días antes de su asesinato, precisamente en la ceremonia de aniversario del PRI, en el Monumento a la Revolución.

Al ser crítico contra Salinas de Gortari, como se acostumbraba en la era priista, cuando el candidato rompía con su antecesor, quien lo había ungido, el discurso no gustó al interior del grupo que rodeaba a Salinas, en especial a Córdoba Montoya, a Raúl Salinas y a Manuel Camacho Solís, quien no se reponía de la rabia por no haber sido el candidato. En la familia priista que rodeaba al Presidente había fuertes enfrentamientos, como era común en el sistema político mexicano que ya venía en picada.

El asesinato fue producto de una amalgama de motivos; por eso la sociedad mexicana en su mayoría nunca aceptó la teoría del asesino solitario, igual que en Estados Unidos tampoco la del asesino solitario de John F. Kennedy, Lee Harvey Oswald.

Manlio Fabio y la nomenklatura asesina

En este contexto tiene sentido la acusación directa de Alejandro Moreno Cárdenas el “enterrador del PRI”, contra otro expresidente priista, Manlio Fabio Beltrones, de estar vinculado al asesinato de Colosio; al menos era parte de la nomenklatura que lo consumó.

Efectivamente, Manlio Fabio es una de las pocas personas vivas que sabe lo qué pasó antes, durante y después del 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas. Como gobernador de Sonora, fue el primero que acudió a Tijuana por instrucciones del Presidente, con amplios poderes para manipular la escena.

Otros que lo saben, son obviamente Carlos Salinas de Gortari y su hermano Raúl, quienes viven en Europa con nacionalidad española, y por supuesto otro personaje oscuro que lo sabe es el constructor de la candidatura de Colosio, José María Córdoba Montoya, por cierto, hoy asesor de Altagracia Gómez, cercana a la presidenta Claudia Sheinbaum, como su enlace con el sector empresarial; de ser cierta esta versión estaríamos en una de las peores contradicciones del cuatroteísmo.

¿Cuál va a ser la respuesta de Manlio Fabio a Alito Moreno? En cualquier caso, es una vuelta de tuerca más hacia la desaparición del PRI; cuando creíamos que su decadencia parecía haber tocado fondo. Usted tiene la última palabra.

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