La noche del lunes, bajo un cielo sereno y estrellado, la Catedral de Cancún se convirtió en un refugio de oración y recogimiento. Cientos de fieles católicos acudieron al llamado de la Diócesis de Cancún-Chetumal para participar en una misa cargada de emoción y reverencia, en memoria del Papa Francisco, el número 266 en el Vaticano, quien durante 12 años guio a la Iglesia católica con humildad, ternura y una cercanía que lo hizo inolvidable.
Una vida entregada al amor divino y a los más pequeños del Reino
Frente al altar, envuelto en la solemnidad de la noche, el Obispo Pedro Pablo Elizondo Cárdenas tomó la palabra. Con voz firme y corazón conmovido, recordó al pontífice no solo como líder, sino como hermano en la fe, como pastor que supo caminar junto al pueblo.

“Nos enseñó el valor del Evangelio con fidelidad, coraje y un amor que no conocía fronteras. Siempre estuvo del lado de los pobres, de los marginados, de aquellos a quienes la vida les pesa más. Hoy pedimos por su descanso eterno, y por la gracia de vivir su legado con la misma pasión con la que él abrazó su misión”, pronunció el Obispo.
Destacó además su papel como reformador valiente, un alma que no temió señalar lo que debía transformarse dentro de la Iglesia, e invitó a los presentes a recoger su ejemplo y seguir su andar, no con nostalgia, sino con decisión.

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A la espera del último adiós al Papa Francisco
El Obispo informó que están a la espera de las indicaciones que la Santa Sede enviará en los próximos días para organizar las ceremonias funerarias oficiales.
Será entonces cuando, de manera unánime, la comunidad católica se una nuevamente para despedir al pastor que supo tocar tantas almas.
Por ahora, Cancún lo ha despedido con el lenguaje más puro que conoce la fe: la oración, la memoria y la esperanza viva de que su ejemplo no se pierda en el viento, sino que florezca en cada acto de amor.