En estos días, las y los quintanarroenses estamos viviendo una amenaza real y presente, una que no necesita armas ni calles oscuras, sino sólo un teléfono celular y una mente retorcida al otro lado de la línea para los secuestros virtuales. Y no, no es una exageración. Es una realidad que ya toca las puertas de muchas familias en nuestro estado.
Le voy a contar casos recientes, para que sepa de qué estamos hablando, y sobre todo, para que se alerte, se informe y se proteja. Un tema que las autoridades trabajan para visibilizarlo.
Hace unos días, una mujer en Cancún recibió un mensaje por WhatsApp. Era un número desconocido, pero decía ser su hijo. Poco después, otro número la contactó para exigirle 200 mil pesos. Le mandaron incluso una foto de su hijo con las manos hacia atrás, como si estuviera secuestrado. Ella entró en pánico, como lo haría cualquier madre.
Pero del otro lado de la historia, el joven en cuestión estaba viviendo su propio infierno. Despertó con una llamada que parecía inofensiva, le hicieron preguntas, le dieron órdenes: ve a la Bodega Aurrera, borra tus apps, espera a alguien. Nadie llegó. Luego lo mandaron a un hotel, le pidieron que se quitara sus cosas, se pusiera casco y lentes para aparecer en videollamada. Un teatro completo. Todo bajo control de una mente criminal.
Por fortuna, la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), junto con la Fiscalía del estado, activó el protocolo. El Grupo Centurión localizó la motocicleta del joven y luego a él. Se descubrió que las llamadas venían del Cereso de Altamira, Tamaulipas. Una cárcel. Así de descarado.
Otro caso, igual de criminal, ocurrió con un joven taxista el día 21 de abril, quien recogió a un pasajero que lo llevó al fraccionamiento Kusamil. Luego lo llevaron a un hotel y lo encerraron. Le ordenaron desnudarse, posar frente a la cámara, simular su secuestro. Mientras tanto, su madre recibía videollamadas desde el número de su hijo. Le decían que estaba secuestrado, que no llamara a la policía y que tenían que pagar 500 mil pesos.
Ella logró juntar 101 mil pesos, pidiendo prestado, sacando de sus cuentas, y lo depositó. Los extorsionadores le rompieron el alma, pero también le exigieron más. Otros 200 mil pesos. Fue un tormento de horas. Y todo, también, controlado desde una prisión.
Gracias al trabajo de las autoridades, se logró ubicar al joven con vida.
En otro caso más, una mujer recibió un mensaje: tenían secuestrada a su hija. Le describieron su ropa, le mandaron foto de su gafete del trabajo. Pedían 13 mil pesos. Contactaron también al padre, a los tíos. Un cerco emocional.
La joven fue interceptada de camino a su trabajo. Un hombre la subió a un vehículo, la vendaron, la encerraron en un cuarto, le quitaron el celular. Escuchó a otras personas llorando. Horas después, la dejaron cerca de un restaurante. Le dijeron que sus padres ya habían pagado. Le devolvieron el teléfono. Se encontró con su madre en un supermercado de la Zona Hotelera.
Gracias a los protocolos activados por la SSC y el acompañamiento de la Fiscalía, lograron ubicarla y llevarla con bien a casa.
Otra modalidad más. Los padres de un joven que vive en Jalisco recibieron mensajes desde su número. Luego llamadas, amenazas, fotos. Les exigían 300 mil pesos. También desde un penal. Pero esta vez, los padres lograron contener el impulso, buscaron por redes sociales y confirmaron que su hijo estaba bien. Se evitó el pago. Se frustró la estafa. Pero el susto, ese ya no se borra.
¿Y sabe qué es lo más grave de todo esto? Que los delincuentes ya no sólo usan palabras, ahora usan otras voces, inteligencia artificial, audios falsos que suenan reales, que gritan, que lloran, que suplican. Simulan secuestros en llamadas triples.
La SSC y la Fiscalía han detectado que el 99 por ciento de estas llamadas provienen de penales. Pero no importa desde dónde operen, lo cierto es que están atacando a nuestra gente. Gente trabajadora, honesta, que con miedo y desesperación se endeuda, se quiebra, se humilla, por salvar a quien cree que está en peligro.
Pues nosotros debemos estar alerta. Hablar del tema en casa. Enseñar a nuestros hijos a no responder llamadas de números desconocidos. A nuestras madres, a nuestros abuelos, a no caer en el pánico. Es preferible colgar y perder una llamada, que caer en un juego que nos vacía los bolsillos.
Allá afuera hay una red de criminales buscando manipularte con lo que más amas, tu familia. Están organizados, son fríos, calculadores, y cada vez más tecnológicos. Pero también son cobardes. Operan desde la sombra, desde un celular escondido en una celda sucia. Y mientras más nos informemos, más difícil les será engañarnos.