La gobernadora Mara Lezama se anotó un golazo histórico. Un triunfo que, aunque algunos todavía no dimensionan, marcará un antes y un después para Quintana Roo ¿y por qué no?, para todo México. Me refiero al acuerdo que logró con la poderosa Asociación de Cruceros de Florida y el Caribe (la FCCA, como la conocen en el argot turístico) para que, por primera vez, los cruceristas que bajan en nuestros puertos paguen, sí, paguen algo por disfrutar aunque sea unas horas de nuestro paraíso.
Y no fue cualquier acuerdo, ni cualquier negociación. No señor. Fue una operación diplomática, económica y política que necesitó talento, temple y visión de futuro. Porque hay que decirlo con todas sus letras, Mara Lezama consiguió lo que nadie había podido. Y lo hizo a favor de las y los quintanarroenses, de los destinos turísticos, y del desarrollo con justicia social y con prosperidad compartida.
Quien haya seguido el tema, sabrá que desde hace años había un debate espinoso sobre el famoso cobro a cruceristas. El Derecho de No Residente, le llaman en los pasillos de la Ley Federal de Derechos. Un cobro federal que, en papel, parecía justo. Si los turistas internacionales que llegan en avión pagan su cuota, ¿por qué no los que llegan por mar? Pero las navieras, tan pesadas como el propio Titanic, siempre se habían opuesto. Decían que no, que era mucho, que iban a dejar de venir. Amenazaban. Chantajeaban. Jugaban con la idea de cambiar sus rutas.
El Gobierno federal, con razón, planteó originalmente un cobro de 42 dólares por persona. (Pero ahí se les fue la mano, según las navieras). Porque la realidad es que muchos cruceristas apenas bajan unas horas, entre cuatro y seis, y no gastan gran cosa en los destinos. Fue ahí donde apareció el liderazgo de Mara Lezama.
En una reciente reunión en Miami (la capital no oficial de la industria de cruceros en América) nuestra gobernadora se plantó con firmeza. Habló claro. Defendió los intereses de México, sí, pero sobre todo, de Quintana Roo. Se convirtió en una voz autorizada y logró algo que parecía imposible, convencer a las navieras de aceptar un cobro escalonado, razonable y justo.
¿El resultado? A partir de este verano, cada crucerista pagará cinco dólares. Para 2028 llegarán a 21. Un avance paulatino que no asusta ni ahuyenta a las navieras, pero que sí representa millones de pesos para los estados y municipios.
Dinero fresco, legítimo, que podrá invertirse en infraestructura, servicios y promoción turística.
Pero eso no es todo. Este cobro se quedará en casa. Los primeros cinco dólares, van directo a un Fideicomiso. No se van al gasto corriente. No se los traga la burocracia. Se usan en lo que verdaderamente hace falta: mejorar la experiencia del turista, embellecer los puertos, capacitar al personal, fortalecer la seguridad, limpiar playas. Es decir, devolverle al turismo algo de lo mucho que nos ha dado.
Ahora bien, ¿por qué digo que esto es una jugada maestra? Porque fue una negociación de alto nivel, con muchos intereses en juego. Porque puso orden sin confrontación. Y porque, además, abrió la puerta para que este modelo se replique en otros estados con puertos turísticos. Baja California, Yucatán, Guerrero, Veracruz... todos están mirando a Quintana Roo y quieren seguir el ejemplo de Mara.
No exagero al decir que este acuerdo es pionero. Marca un precedente. Cambia las reglas del juego. Y no fue obra de la casualidad, ni de la improvisación. Fue el resultado de una visión clara, de un liderazgo comprometido y de una política que, por fin, pone a las personas en el centro de las decisiones.
Muchos años llevamos hablando de que el turismo debe dejar más derrama, más bienestar. Pero pocos habían hecho algo tan concreto como esto. Porque no se trata sólo de recibir millones de visitantes (que sí los recibimos) sino de que esa bonanza se sienta en las colonias, en las comunidades, en la gente que trabaja día a día para que el turismo funcione, el taxista, el mesero, la señora de la limpieza, el joven que vende tours, el pescador que abastece los restaurantes.
Y claro que habrá quienes minimicen el logro. Siempre los hay. Algunos dirán que cinco dólares no es mucho. Otros dirán que no alcanza. Pero no entienden el fondo del asunto. Porque no se trata sólo del dinero, sino de lo que significa, por fin se reconoce que el paso de un crucero tiene un costo. Por fin se empieza a equilibrar la balanza entre lo que recibimos y lo que damos.
Además, esto apenas comienza. El cobro crecerá, los ingresos también. Y si se administra bien, si se mantiene la transparencia, si se vigila el uso correcto del Fideicomiso, los beneficios serán enormes.
Celebro el logro de nuestra gobernadora. Porque no todos los días se ve a una mandataria plantarse con dignidad frente a los gigantes del turismo y salir con la frente en alto. No todos los días se escucha que México negoció de tú a tú con las grandes navieras del Caribe. No todos los días se ve que las cosas se hacen bien.
Así que sí, con todas sus letras: fue una jugada maestra. Una que quedará para la historia. Y una que, sin duda, marcará el rumbo del turismo en nuestro estado por muchos años más.