Cada año, como un reloj que no falla, llega ese momento en que el viento cambia de tono, y en el corazón de quienes hemos nacido, crecido o hecho nuestra vida en esta tierra bendita llamada Quintana Roo, se activa una especie de instinto ancestral. Porque aquí, señoras y señores, desde que tenemos memoria, vivimos sabiendo que la naturaleza es hermosa… pero también poderosa. Y cuando hablamos de huracanes, no se juega. No se duda. No se improvisa.

Este 1 de junio arranca oficialmente la temporada de huracanes 2025 en el Atlántico, y no hay que decirlo dos veces para entender que es momento de ponernos serios. Según el pronóstico del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), se esperan entre 13 y 17 ciclones tropicales, de los cuales de siete a nueve podrían ser tormentas tropicales, tres a cuatro huracanes de categoría 1 o 2, y otros tres a cuatro huracanes de gran intensidad, es decir, categoría 3, 4 o 5. Así, sin adornos: este año pinta fuerte. Y la pregunta es clara, directa y sin rodeos: ¿Estamos listos?

Yo quiero pensar que sí. Porque si hay algo que tiene esta tierra, esta maravillosa franja de selva, mar y cielo, es que su gente sabe cuidarse. Aquí, en Quintana Roo, la cultura de la protección civil no es cosa de moda ni discurso de temporada. Es herencia. Es memoria viva. Es experiencia grabada en los techos que alguna vez se volaron, en los árboles caídos, en las largas filas para el agua potable, en los apagones que nos unieron como vecinos, como comunidad.

Todavía recuerdo, como si fuera ayer, cuando nos tocó enfrentar a Wilma en 2005, que nos tuvo en vela días seguidos, viendo cómo se caía Cancún y cómo nos levantamos después con más fuerza. Y así podría seguir.

Y por eso lo digo y lo repito con todas sus letras: no podemos bajar la guardia. Porque sí, hay pronósticos, hay tecnología, hay alertas tempranas, hay refugios, hay protocolos… pero nada de eso sirve si nos confiamos. Si dejamos para mañana lo que se tenía que hacer ayer. Si creemos que “a mí no me va a pasar”, que “seguro se desvía”, o peor aún, si nos dejamos llevar por los chismes, por los rumores de WhatsApp, por los audios alarmistas o las noticias falsas que sólo siembran pánico y desinformación.

Desde el Gobierno de Quintana Roo que encabeza Mara Lezama y la Coordinación Estatal de Protección Civil de Quintana Roo (Coeproc), que dirige Guillermo Núñez Leal, ya se están encendiendo los motores. Ya se informó oficialmente el pronóstico, ya se publicaron los nombres de los huracanes que podrían formarse: Andrea, Barry, Chantal, Dexter, Erin, Fernand, Gabrielle, Humberto, Imelda, Jerry, Karen, y la lista sigue. Ojalá ninguno de esos nombres tenga que formar parte de nuestra historia este año. Pero si llegan, que nos agarren preparados.

Y es que, miren, la preparación no cuesta mucho. Lo que cuesta es no hacerlo. Tener un plan familiar, saber dónde está el refugio más cercano, preparar con anticipación nuestra mochila de emergencia, tener copia de nuestros documentos importantes, guardar agua, enlatados, pilas, radio de baterías, botiquín básico, esas cosas que siempre decimos “mañana las compro” hasta que ya es demasiado tarde.

A mí me da mucho coraje ver cómo todavía hay personas que piensan que esto es exageración. Que se burlan, que hacen bromas, que minimizan el riesgo. Porque cuando llega el huracán, esos son los primeros en correr, en pedir ayuda, en exigir lo que no previeron. Y la verdad es que no estamos para andar cuidando confiados. Estamos para cuidarnos entre todos.

Porque eso también hay que decirlo con orgullo: en Quintana Roo nos cuidamos entre nosotros. Cuando llega la emergencia, desaparecen las diferencias, se acaban los pleitos, las clases sociales, las ideologías. Nos convertimos en una sola comunidad, en un solo pueblo, una sola fuerza. Vecinos que ayudan a vecinos, jóvenes que cargan agua para los abuelos, mujeres que organizan comedores comunitarios, brigadas ciudadanas que reparten información. Eso somos cuando más lo necesitamos. Y eso es lo que más me enorgullece de vivir aquí.

Este año, más que nunca, debemos estar atentos. Ya no estamos en los tiempos de antes, cuando sólo dependíamos del parte del radio. Hoy hay apps oficiales, redes sociales institucionales, boletines de Protección Civil, canales de Telegram y WhatsApp verificados. Información hay. Lo que hace falta es criterio. Y voluntad. Y ganas de compartir lo correcto.

Desde este espacio hago un llamado respetuoso —a todas las autoridades, desde el Gobierno estatal hasta los municipios, desde las fuerzas armadas hasta las escuelas, desde las empresas hasta las asociaciones civiles: que no se duerma nadie en sus laureles. Porque la prevención es un trabajo de todos. Y si bien la responsabilidad empieza en casa, también se construye con políticas públicas, con campañas informativas, con simulacros, con recursos suficientes, con acciones concretas.

Yo, como muchos de ustedes, tengo hijos. Tengo familia. Tengo amigos que viven en colonias vulnerables, en zonas donde el agua entra sin pedir permiso, donde el viento parece rugir más fuerte. Y no quiero ver a nadie pasar necesidades que se pudieron evitar con tiempo. Porque, lo digo con el corazón en la mano, cada vez que llega un huracán, todos perdemos algo. Pero si estamos preparados, podemos evitar perder lo más importante: la vida.

Así que ya lo saben. Viene una temporada intensa. Viene con nombre y apellido. Viene con la fuerza de los océanos calientes y el clima cambiante. Pero nosotros también venimos con historia, con sabiduría popular, con el ejemplo de los que ya pasaron por esto y nos enseñaron cómo resistir.

No bajemos la guardia. No juguemos con fuego. No subestimemos al viento.

Hoy más que nunca, hagamos valer nuestra cultura de la prevención. Esa que nos ha salvado tantas veces. Esa que nos une en la adversidad. Esa que hace que Quintana Roo no solo sea un paraíso natural, sino un estado fuerte, resiliente, con gente valiente que no se rinde.

Aquí estamos. Con los pies en la tierra, la mirada en el cielo, y el corazón latiendo al ritmo del Caribe.

Y si este año nos toca enfrentar de nuevo la furia de un huracán, que nos encuentre juntos. Organizados. Preparados. Solidarios. Como siempre. Como debe ser.