A fines del mes pasado se dio a conocer la noticia de que el escritor keniano Ngũgĩ wa Thiong’o, eterno aspirante al Nobel, había fallecido a los 87 años. En consecuencia, no le di muchas vueltas, decidí probar suerte y aventurarme en su obra, leí la primera parte de El brujo del cuervo y me maravillé con su maestría.
En el pasado tuve mis escarceos con la literatura proveniente del continente que supuestamente carece de frío, y no hallé algo que me prendiera. Probé con una novela de Wole Soyinka (primer Nobel de literatura africano) pero por una razón u otra, dejé la lectura a medias. Tal vez debí arrancar con una obra de teatro, o una película.
Alta fantasía
James Cameron, el director de Avatar, anunció que su productora Lightstorm adquirió los derechos del recién publicado The Devils de Joe Abercrombie, y que ya alista su adaptación fílmica, a lo que se suma el trabajo que también tiene entre manos en torno Ghosts of Hiroshima, último libro de Charles Pellegrino -con quien colaboró en Titanic-, y que aún no sale a la venta. ¿Por cierto, cuándo terminará George R. R. Martin con Vientos de Invierno?
Quisiera tener el tiempo para leer todo lo que se me antoje o llame la atención, nomás porque sí. En una novela que estoy cerca de terminar, un personaje se queda recluido por varios meses en un mismo lugar y así tiene la oportunidad de perderse en la búsqueda del tiempo perdido. En ese espacio idóneo, aprovecha para muy pronto adentrarse en el mundo de Guermantes, y uno aquí aún sigue a la sombra de las muchachas en flor. ¿Lo envidio?
Mes del orgullo
Edmund White, escritor cuir estadounidense de 85 años, también perdió la vida en estos días. Después de publicar novelas y trabajos de no ficción -como les gusta categorizar a los angloamericanos- terminó por publicar biografías de personas que, supongo, idolatraba. Luego de hacer la de Jean Genet, preparó la de Marcel Proust y culminó la triada francesa con Arthur Rimbaud. Se fue de adelante para atrás en el tiempo. Seguro Jaime tendrá la que me interesa, si no, sería un buen regalo para el Día del Padre.
El lunes, dando vueltas por la ciudad en búsqueda de un helado o una magdalena, me topé con el antiguo emplazamiento de una librería. Cada inicio de ciclo escolar ahí tocaba comprar los libros, ahora las cosas habrán cambiado, no sé cómo sea, supongo que lo comprobaré pronto. En una ocasión vi un título que llamó mi atención: El afgano y la China me lo compró. Su autor, Frederick Forsyth, falleció ese mismo día que yo lo recordaba, a los 86 años.