La costumbre de asignar nombres propios a los huracanes no es aleatoria ni responde a tradiciones locales. Se trata de un procedimiento internacional coordinado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) con el objetivo de mejorar la comunicación durante situaciones de emergencia.

Un sistema internacional para identificar ciclones

Desde hace décadas, la OMM, en conjunto con agencias meteorológicas de cada país, aprueba listas anuales de nombres para tormentas tropicales y huracanes en diversas regiones del planeta.

Estas listas se conforman antes del inicio oficial de cada temporada e incluyen nombres en español, inglés y francés, dependiendo de los idiomas predominantes en las zonas propensas.

En el caso de México, se utilizan listas correspondientes a las cuencas del Pacífico Nororiental y del Atlántico, según la localización del fenómeno.

Un sistema ciclónico recibe un nombre oficial en cuanto alcanza la categoría de tormenta tropical, es decir, cuando sus vientos sostenidos superan los 63 kilómetros por hora.

Criterios del listado: alfabeto, género y claridad

Los nombres se asignan siguiendo un orden alfabético preestablecido, alternando entre nombres masculinos y femeninos.

Además, las letras Q, U, X, Y y Z no se incluyen en las listas por la limitada cantidad de nombres comunes que comienzan con esas letras, lo que podría dificultar la identificación o generar confusión.

El sistema no solo busca eficiencia comunicativa, también evita errores en boletines, reportes orales y publicaciones, especialmente en contextos multilingües o cuando hay varias tormentas activas al mismo tiempo.

¿Qué pasa cuando un huracán causa daños severos?

Cuando un huracán tiene consecuencias humanas o materiales graves, su nombre puede ser retirado de la lista. Esta decisión debe ser solicitada por el país afectado y avalada por el comité regional correspondiente de la OMM.

Así ocurrió con huracanes como Gilbert (1988), Pauline (1997), Patricia (2015) y Otis (2023).

Una vez eliminado, el nombre es sustituido por otro que comience con la misma letra.

Por ejemplo, tras la devastación de Ingrid y Manuel en 2013, México propuso su retiro, y fueron reemplazados en 2014 por Imelda y Mario.

De los santos del día a los nombres propios

Antes de que existiera una regulación formal, en zonas del Caribe los huracanes eran nombrados con base en el calendario religioso, como el huracán de Santa Ana (1825) o los de San Felipe (1928 y 1976).

El sistema moderno se originó a fines del siglo XIX, cuando el meteorólogo australiano Clement Wragge comenzó a nombrar ciclones usando nombres propios, inicialmente inspirados en figuras mitológicas y luego exclusivamente femeninos.

En 1953, Estados Unidos abandonó el alfabeto fonético y adoptó nombres femeninos. Sin embargo, tras presiones por equidad de género, en 1978 comenzaron a incluirse también nombres masculinos, una práctica que se mantiene vigente.

El caso del huracán Milton

El reciente huracán Milton, que alcanzó categoría 5, ejemplifica cómo estos nombres se integran a la conversación pública.

Su inclusión en la lista fue definida con antelación, y dependiendo del impacto que tenga, su nombre podría retirarse o volver a utilizarse en 2030.

Este sistema, que involucra a agencias nacionales como Conagua y Semarnat, no solo permite una comunicación más clara y rápida, también mejora la eficiencia de las estrategias de protección civil y la cobertura en medios durante emergencias.