El orden establecido después de la Segunda Guerra Mundial se agotó en su capacidad de extracción de riqueza; ahora se hace necesaria otro gran episodio bélico para reactivar el sistema económico y renovar los controles políticos globales.

Un mundo que ya no es de naciones poderosas, sino controlado por mega capitales o fondos de inversión que no tienen nacionalidad, que están por encima de los gobiernos de los países y controlan la producción y distribución (concentración) de armas, alimentos, medicinas, energía, agua, tecnología-inteligencia artificial en el mundo. Hay hambre, pero alimentos sobran; así funciona todo.

Son capitales básicamente judíos, que están incluso por encima de lo queda de la otrora “primera potencia”. Estados Unidos es el país más endeudado del mundo, su economía está en bancarrota y registra niveles de pobreza y miseria en su población como nunca antes. La Europa neoliberal sufre lo mismo que su capital Estados Unidos: pobreza, desmantelamiento de sus sistemas de salud, educación y alimentación, que también fue entregado al mercado.

Por eso el CEO estadounidense Donald Trump da patadas de ahogado queriendo rescatar al país quebrado que recibió, como si fuera una de sus empresas, imponiendo aranceles que se vuelven en su contra y tomando como rehén a la población migrante; sabe que sólo es para ganar tiempo y mostrar un rostro duro ante la guerra que vienen preparando y que han echado a andar.

La guerra tiene dos objetivos: a) rescatar la economía ante el desgaste del modelo neoliberal y b) recomponer el modelo agotado de democracia conveniente, para imponer un nuevo reparto del mundo, pero ahora será con la presencia de otras potencias como China, Rusia e India con las que seguramente cohabitarán esos mega capitales estadounidense-europeos.

El (no) papel de la ONU

Resulta tragicómica la conducta de la ONU y demás organismos que ya son un cero a la izquierda; resultarán desaparecidos en su formato actual; son entidades que dejaron de funcionar hace muchos años; ahora darán paso a otras entidades que garanticen su función de vigilancia del nuevo orden que surja después de esta guerra que apenas empieza, si es que logramos sobrevivir como especie y “civilización”.

Industria próspera

Con el inicio de la guerra la industria armamentística de Israel triplica su fortuna y su valor en el mercado; la economía del país de Medio Oriente crece en más de tres por ciento, mientras que la de Estados Unidos se hunde por debajo del cero.

El uso de bombas de 14 toneladas por parte de Donald Trump ¿quién las pagó? Pues el pueblo de Estados Unidos, a pesar de que el país está en quiebra, los capitales de las armas necesitan darles uso. Aún falta conocer las cifras que costaron, pero podemos inferir que fue una capitalización para la industria de las armas, que son fondos judíos en su mayor parte y son las mismas empresas: TAT Technologies, Next Vision y Elbit System, entre otras de la misma élite.

La guerra es la acción desesperada y estratégica de la potencia estadounidense, ante el desplazamiento de su posición hegemónica. El uso de los potentes cohetes, de última generación, aún no queda claro si fue exitoso como dice Trump, o no tanto, como dice Irán. La demostración de fuerza que quisieron dar, podría terminar en otro fracaso del orate Trump.

Este episodio, que puede convertirse en la tercera mundial, es la “Feria de Irán” de las nuevas armas; el escaparate de una industria que clamaba odio y sangre para dar salida al armamento desarrollado en las últimas décadas y que necesitaban refinanciamiento y mostrar su nivel de eficacia en tiempo real.

La purificación de capitales y la renovación del control del mundo, aunque ya no sea unipolar, era necesaria para esos mega fondos que ya preparan el nuevo reparto del mundo. Usted tiene la última palabra.