El urbanismo en Cancún, bajo la lupa.
El Congreso Ciudad Alternativa Cancún 2025 expuso una realidad incómoda: mientras las vías rápidas facilitan la movilidad turística, dentro de la ciudad generan fragmentación social. Credit: Especial

El urbanismo de Cancún enfrenta una contradicción profunda: sus arterias están pensadas para dar fluidez al turismo, pero no para sostener la vida cotidiana de quienes habitan la ciudad.

El Congreso Ciudad Alternativa Cancún 2025 puso sobre la mesa un diagnóstico claro: el modelo actual segrega más de lo que integra.

Retos actuales del Urbanismo de Cancún

Isabel Rosas Martín del Campo, directora nacional de la Comisión Temática de Divulgación del Conocimiento y la Actualización Profesional (Panaproac), y organizadora del encuentro, advirtió que no basta con reflexionar, sino actuar frente a un urbanismo que reduce la ciudad a transacciones económicas.

Señaló que la vivienda, el patrimonio, la restauración, el reciclaje de edificios y la arquitectura equitativa han sido tratados como piezas sueltas, cuando en realidad deberían articularse como un todo social.

El problema, subrayó, es la obsesión por soluciones únicas a fenómenos complejos. La ciudad no puede entenderse solo desde el turismo ni desde la movilidad vehicular; requiere una mirada integral que incluya al peatón, al ciclista y a la comunidad que le da vida.

Consecuencias de un diseño urbano fragmentado

También cuestionó la falta de responsabilidad ciudadana: la gente suele pensar que la urbe es ajena a su cuidado, lo que perpetúa prácticas como tirar basura en la vía pública y dejar en manos exclusivas del gobierno el orden urbano.

El diagnóstico fue contundente: cuando las arterias están diseñadas solo para automóviles, dividen barrios, aíslan comunidades y crean barreras sociales.

Eduardo Navarro Lauria, vicepresidente del Colegio de Arquitectos de Cancún, admitió que la ciudad arrastra una tensión permanente entre la eficiencia turística y la calidad de vida de su población.

Cancún, una ciudad fragmentada

Los especialistas coincidieron en que Cancún se ha convertido en una ciudad fragmentada, con largos desplazamientos y un creciente desapego emocional de sus habitantes hacia su propio espacio urbano.

El gran reto es revertir esta lógica y transformar las vías rápidas en corredores integradores.

Finalmente, una ciudad que solo mueve automóviles será siempre incompleta; en cambio, aquella que diseña sus arterias como espacios de vida compartida fortalece no solo la movilidad, sino también el tejido social.