Cuando la albiceleste ganó la Copa del Mundo de Qatar 2022, no faltaron las portadas sensacionalistas de los periódicos que decían que Messi había guiado a la Argentina a su primer Mundial desde 1986. Yo más bien diría que la albiceleste ganó el campeonato a pesar de la obligación de tener que hacer un sistema de juego que gire alrededor de Leo (además, con tremendo plantel de primera), y no gracias a él, pero esa es otra discusión. Lo que aquí vengo a comentar es sobre lo nociva que es, tanto en la vida como en el deporte, la narrativa del héroe.

Piotr Kropotkin, un geógrafo anarquista ruso del siglo XIX, sostenía la idea del apoyo mutuo que, palabras más palabras menos, consiste en que todas las grandes creaciones de la humanidad no son obra de un individuo aislado, sino que son producto del conocimiento acumulado por personas que nacieron antes que el supuesto genio inventor. Yo concuerdo. Sin las pláticas que tenemos con nuestros conocidos, sin la inspiración de ese alguien a quien admiramos, sin el trabajo hecho por gente en el pasado, no seríamos ni haríamos nada. Somos seres sociales.

El futbol es un deporte de conjunto. La Argentina de 2022 no hubiera llegado hasta donde llegó sin Di María, sin Paredes, sin Mac Allister, sin el Dibu Martínez. Messi estaba cobijado (como lo ha estado siempre) por un conjunto compuesto por varios de los mejores jugadores del mundo que potenciaron su talento. Los héroes en el futbol, en la vida y en la política, no existen. Existen actos heroicos, la atajada del Dibu en el minuto 120 ante Francia fue uno de ellos, deportivamente hablando, pero él no es un héroe. Sin un aparato defensivo decente, Argentina no hubiera podido superar nunca a Croacia o a Francia. Pueden pasar accidentes, como lo fue la victoria saudí ante la misma albiceleste, o la milagrosa victoria mexicana ante Alemania en Rusia. Pero los accidentes no te llevan a un campeonato del mundo.

La narrativa del héroe es nociva pues exacerba las cualidades de uno en lugar de la colectividad. Los mejores equipos del mundo, compuestos muchas veces por grandes figuras, son antes que nada grandes conjuntos que saben trabajar colectivamente. El campeonato del Leicester durante la 2015-16, de Alemania contra Hungría en 1954 o, recientemente en México, el bicampeonato del Atlas en 2021-2022, son buenos ejemplos de cómo el trabajo en equipo puede vencer, con orden, coraje, disciplina y solidaridad, a las grandes plantillas repletas de figuras.

Todos los años, lejos de los reflectores de los líderes de los campeonatos europeos, vemos decenas de historias similares. Maravillosas historias de jugadores de medio pelo que trabajan en equipo y logran hazañas. El Sassuolo de De Zerbi salvando la categoría o el Leeds de Bielsa volviendo a la Premier. El futbol, como la vida, es un acto colectivo, no individual. Por más que nos vendan la idea contraria.