Durante mi época universitaria tocó que cierto día me dieran la tarea de analizar un texto de quien fuera el primer Nobel de literatura nacido en México. No fue El laberinto de la soledad o alguno de los libros de poemas más famosos de Octavio -por cuyas trampas aún no he pasado-, y si bien el fragmento de El arco y la lira, que nos tocó exponer a la Cris y a mí, no tenía una extensión muy larga ni tenía una redacción compleja en demasía, me pareció harto dificultoso seguir el hilo de las múltiples referencias literarias que venían en cada párrafo. Me propuse contabilizarlas y al llegar a la 40, me rendí ante la magnanimidad paciana.
Me hacía falta leer mucho más de lo que calculaba.
Este año, cuando abrí Diario de un librero pensé que sería una buena idea hacer un recuento de todos los libros y autores que eran mencionados por Shaun Bythell. Muy pronto volví a constatar lo titánico de este esfuerzo, y di crédito al editor Tomás Granados, cuando afirmó que la preparación de un índice onomástico es un trabajo enorme que no todos están dispuestos a realizar; además, ¿cómo pagar por ello?
Esto para mí no es un impedimento y soñar no cuesta nada, quizá sea más fácil con la música. No sonamos mal, por ejemplo, es una obra escrita en conjunto que hace un recuento de la escena musical actual en España, y no contiene este recurso que a mí me parece más que útil, así que me propuse hacer el aporte. Ahí la llevo, escuchando y apuntando poco a poco. Salvando al mundo un disco a la vez. Por lo pronto, vamos con Aiko el grupo, ya que por algo se empieza.
Un despropósito
Para mí es una obsesión, un deseo de no perderse nada que me prende cada tanto. A veces siempre, como cuando me da hambre. Escucho una canción que me gusta y quiero ver cómo se inserta en el álbum. Si encuentro interesante una cita o un fragmento, ¿cómo estará el libro entero? “Si te gustó la escuela, te encantará el trabajo”, dice Irvine.
En mi (todavía) inconclusa tesis de licenciatura me dediqué a sacar provecho de este afán mío por abarcarlo todo. No hice caso al consejo de Jaime: “haz algo que te aburra mucho para salir pronto de ello”, y en esas me quedé. László (no Loszla sino Krasznahorkai) fue más listo y tras cambiarse de carrera dedicó su trabajo final en torno al exilio de su compatriota Sándor Márai. Me pregunto si estará traducida, y es que leer en húngaro me supongo será todo un tango.
Al revisar uno de los lotes de libros de los que constantemente se hace, Shaun, regente de The Book Shop, la librería de viejo más grande de Escocia, se encontró con un ejemplar firmado por Seamus Heaney, ganador del Nobel en 1995, hace 30 años ya. La obra más destacada de este poeta irlandés es Sepelio en Tebas, una versión de Antígona de Sófocles. Ya me la echaré, pero antes habrá que darle fin a la Eneida.