Mucho se ha rumorado en los últimos días acerca de la inminente venta del Mazatlán F.C. y su cambio de nombre y sede en beneficio de los Potros de Hierro del Atlante. En principio esta es una idea maravillosa. El Atlante es un equipo centenario, con gran tradición popular y que, deportivamente, desde hace años merece estar en la máxima categoría del futbol mexicano. Por el otro lado el Mazatlán es un equipo indigno para una plaza digna. Su dueño es uno de los personajes más infames de la vida pública en México, el club no tiene afición ni identidad y deportivamente son de lo más gris de la liga.
El Mazatlán llegó por la puerta de atrás. De la forma más vil y cobarde se robaron la histórica plaza del Morelia y compraron su lugar en la Primera División mexicana. Ojo, no es el primer equipo que lo ha hecho. Así lo hicieron los Bravos de Juárez, el Puebla desapareciendo a la Unión de Curtidores y hasta el mismísimo Atlante. Pero lo del Mazatlán es peor, porque era un equipo que ni siquiera existía. A diferencia de los Bravos de Juárez nunca tuvieron que vivir los duros años en el ascenso. A diferencia del Puebla y el Atlante nunca han experimentado el drama de la quema del descenso. En esos momentos es cuando la identidad se hace más fuerte y se forja una afición. Es lo que explica por qué el Celaya o el Irapuato llenan su cancha hasta en Tercera División. El Mazatlán es el capricho de un niño rico que usa el futbol para sus fines perversos. Es una institución tan indigna que la mayoría nos acordamos más de cómo usurpó la cuenta de Twitter del Morelia para fingir que tenía una base de apoyo que de cualquiera de sus partidos.
Que no se me malinterprete. Mazatlán, y Sinaloa en general, es una gran plaza. Ahí están los Dorados, de los cuales todos nos acordamos porque ahí jugó el Loco Abreu, Guardiola, Borgetti y Iarley. Nos acordamos de su trágico descenso tras un empate en casa ante los Pumas, de su ascenso ante el Necaxa y de las finales perdidas contra el San Luis con Maradona en el banquillo. Dorados de Culiacán tiene un legado y una identidad. El Mazatlán F.C. no, y eso es una pena, porque de haberlo hecho como se tiene que hacer hubiéramos hablado del clásico sinaloense en el ascenso. Y si se hubieran ganado su boleto a primera como se tiene que hacer tal vez ahora muchos de nosotros le tendríamos aprecio, como se lo han ganado los Xolos de Tijuana o en su momento Dorados, Jaguares, Celaya, Irapuato, Veracruz, Morelia o hasta el Pachuca. El hubiera no existe.
Por todas estas razones la mudanza de Mazatlán al Atlante parecería ser cosa buena, pero no lo es. El Atlante comprará su regreso a primera después de comportarse como el más vil de los esquiroles en la demanda colectiva de los equipos del ascenso contra la Liga MX. El Atlante se convirtió en un Judas que alimenta un problema del cual ninguna franquicia se salva. El ciclo se repite mientras el futbol mexicano muere lentamente.

