Actividad sísmica reciente en la región

La percepción de que la Península de Yucatán es una zona ajena a los temblores volvió a ponerse en duda tras los tres sismos registrados el 5 y 6 de diciembre en el sur de Yucatán.

De acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional (SSN), los dos primeros movimientos ocurrieron cerca de Muna, con magnitudes de 3.5 y 3.7, durante la noche del 5 de diciembre. Un tercer sismo, de magnitud 4.1, se registró el día siguiente en Ticul. Aunque no se reportaron daños, los episodios reactivaron el debate académico sobre la actividad geológica de la región.

Una región con fallas activas y antecedentes tectónicos

La investigadora María Luisa Villarreal Sonora explicó que la idea de una península “libre de sismos” deriva más de la experiencia reciente que de la realidad geológica. Recordó que la región se formó mediante procesos tectónicos intensos y está cruzada por fallas que continúan activas.

Entre estas estructuras destaca la Falla de Ticul, identificada como la fuente de movimientos recientes. A ella se suman la Falla de Holbox y la Falla de Río Hondo, que conforman un amplio sistema tectónico. En el sur de Quintana Roo, este sistema se expresa en un corredor de estructuras escalonadas donde coinciden lagunas, bahías, cenotes y aguadas que corresponden a fracturas profundas del subsuelo.

Villarreal Sonora señaló que estos rasgos son característicos de zonas activas y que los recientes sismos confirman que las fracturas de la península siguen respondiendo a ajustes naturales.

Influencia del impacto de Chicxulub

La investigadora también recordó la influencia del cráter de Chicxulub como elemento estructural clave en la dinámica del subsuelo. El anillo de cenotes y las fracturas derivadas del impacto continúan definiendo la propagación de ondas sísmicas y condicionan la estabilidad urbana.

Riesgos asociados al subsuelo kárstico

Además del sistema de fallas, la península depende de un subsuelo kárstico compuesto por cavernas y conductos que almacenan el agua dulce. Villarreal advirtió que incluso sismos de baja magnitud pueden modificar estos espacios y aumentar el riesgo de colapsos, hundimientos o alteraciones en el flujo del acuífero, especialmente ante el crecimiento urbano y la demanda hídrica.

Urgencia: actualizar atlas de riesgo y protocolos

Ante este contexto, la investigadora señaló que la sismicidad en la península no debe seguir tratándose como un fenómeno extraordinario. Urgió a actualizar los mapas de peligros geológicos, integrar esta información en los atlas de riesgo municipales y estatales e incluir explícitamente la posibilidad de sismos en los protocolos de protección civil.

Advirtió que, mientras prevalezca la idea de que “aquí no tiembla”, autoridades y ciudadanía subestimarán un riesgo que ya cuenta con evidencia reciente.

Un llamado a la planificación territorial basada en ciencia

La investigadora subrayó que los sismos registrados en Muna y Ticul deben entenderse como un recordatorio de que la península está en permanente transformación. Reconocer esta realidad, dijo, es fundamental para fortalecer la protección civil, garantizar la gestión adecuada del agua subterránea y mejorar la planificación territorial en una región que depende de un sistema hidrogeológico altamente sensible.