“Se destruye La Castañeda, que se acabe con ella de la manera en que se acabó, es algo que todavía me resulta muy enigmático y me parece muy interesante que lo que se haya conservado sea la fachada”, palabras de la escritora e historiadora Cristina Rivera-Garza en el documental “Cárceles. La Castañeda”.
Desde su inauguración el 1 de septiembre de 1910 y hasta su cierre el 27 de junio de 1968, para su demolición, el Manicomio General La Castañeda ha encerrado innumerables historias que abarcan polos tan opuestos como la modernización y la decadencia, ya que por muchos años era la única institución pública encargada de la asistencia de los enfermos mentales.
El Manicomio La Castañeda fue símbolo de modernidad durante el Porfiriato; con la llegada de Gustavo Díaz Ordaz se decretó su demolición
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Sin embargo, el reemplazo del hospital psiquiátrico ha generado más teorías y dudas de lo que uno podría imaginar, proceso conocido como “Operación Castañeda”, que de no tener conocimiento previo podría ser un buen nombre de una película de ficción de un complot para tapar esa parte oscura en la historia de México.
Incuestionable signo de modernización
Como lo detalla la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Mora, el Manicomio General La Castañeda formó parte del programa de modernización urbana impulsado por el gobierno de Porfirio Díaz desde fines del siglo XIX. La construcción de la nueva institución psiquiátrica inició en 1908, cubría una extensión de 141.662 m2 en los terrenos de la antigua Hacienda La Castañeda, propiedad de Ignacio Torres Adalid, y planeada para albergar a mil 300 pacientes.
El pueblo de Mixcoac, en la Ciudad de México, era el lugar indicado al encontrarse fuera de la mancha urbana de la época y por ende existían las condiciones adecuadas que dictaba la medicina para el cuidado y asistencia de los enfermos mentales.
Además de haber atendido a 61 mil 480 pacientes, fue un espacio central para la formación de psiquiatras, neurólogos, enfermeras, psicólogos, psicómetras y trabajadores sociales, como lo confirma el Doctor Guillermo Calderón Narváez, ex director de La Castañeda, quien señaló que antes la psiquiatría no tenía nada que ofrecer.
“Ahí me formé como psiquiatra. Antes la psiquiatría no tenía nada que ofrecer. Dónde se formaban los médicos que estaban interesados en las enfermedades mentales, en La Castañeda al calor de la clínica”.
Aunque el manicomio fue construido con optimismo, no pasaron muchos años antes de comenzar a dar señas de problemas que a lo largo de su existencia fueron recurrentes: sobrepoblación, hacinamiento, entre otras cosas.
Adiós a la Castañeda
Para finales de los años treinta el exceso de pacientes en La Castañeda era evidente. Durante la presidencia de Adolfo López Mateos (1958-1964), en el marco de una nueva conformación de una comunidad de psiquiatras y neurólogos, el gobierno comenzó a intervenir en la asistencia psiquiátrica y se construyeron una serie de granjas que absorbieron algunos pacientes, pero dichas instituciones no pudieron solucionar el problema.
En marzo de 1965, el presidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) ordenó la sustitución del manicomio por instituciones alternas; al mismo tiempo se planteó el cierre del manicomio que fue clausurado y demolido en 1968, para construir en su lugar unidades habitacionales y comercios. A este proceso se le conoció como “Operación Castañeda”.
De acuerdo con la tesis “Operación Castañeda: Un intento de reforma asistencial de la psiquiatría en México, 1940-1968”, de Daniel Vicencio Muñoz, el argumento que el gobierno utilizó para el cierre fue que la asistencia en el Manicomio era inadecuada, anacrónica y poco humanitaria; la Operación fue presentada como un esfuerzo filantrópico, sin embargo, existen otras variables.
Al respecto, el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM detalla que además del Presidente de la República y su gobierno, otros actores desempeñaron un papel relevante, por ejemplo, los psiquiatras del manicomio, algunas empresas constructoras como la Asociación Hipotecaria Mexicana (AHM) o Ingenieros Civiles Asociados (ICA), o los migrantes que poco a poco comenzaron a sobre poblar la capital mexicana desde la década de los cuarenta.
Entre los cuarenta y sesenta comenzó un proceso de migración masiva de personas que venían de otros estados de la República hacia el centro; el presidente Díaz Ordaz tenía la firme intención de hacer crecer la ciudad; las empresas constructoras obtendrían una buena ganancia con la construcción de casas habitación, y los terrenos que ocupaba la pequeña ciudad de La Castañeda eran idóneos.
Por otra parte, ante las necesidades de una reestructuración de la psiquiatría pública mexicana, la comunidad psiquiátrica negoció con el Estado respecto a la viabilidad de su disciplina; la comunicación y las negociaciones fueron circunstanciales entre los intereses médicos y los intereses políticos, para que la clausura de La Castañeda fuera rentable para todos, hasta para los demás actores.
Muy poco tiempo después del decreto “Operación Castañeda”, todavía en 1965, ya había comenzado la venta de los departamentos que se construirían; la promoción inmobiliaria comenzó antes de que se iniciara siquiera la construcción de las nuevas instituciones que absorberían la población del manicomio.
El terreno sería dividido para que en la mayor parte del territorio se realizaran dos unidades habitacionales, Lomas de Plateros para un sector de la población con ingresos medios y bajos; y Torres de Mixcoac para la población con ingresos un poco más altos; otra sección del terreno fue vendida a la UNAM para erigir la Escuela Nacional Preparatoria 8.
De acuerdo con el arquitecto Joaquín álvarez Ordóñez, uno de los encargados de la planeación de los nuevos hospitales, era “conveniente que los terrenos ocupados por el Manicomio General tuviesen un uso más acorde con la evolución de la zona urbana donde se localiza(ba) dicho establecimiento”.
Para poder construir Lomas de Plateros, se le encomendó al gobierno del Distrito Federal que expropiara las casas de los empleados del manicomio que se habían establecido en la colonia El Sol. Aunque varios accedieron ya que serían trasladados a los nuevos hospitales construidos, otros fueron casi obligados a abandonar sus hogares.
El proceso de clausura y desmantelamiento de La Castañeda fue “unos de los más grandes robos a plena luz del día y en el corazón mismo de la Ciudad de México”, como lo expresó Francisco J. Vázquez, empleado de la AHM durante el sexenio de Díaz Ordaz.
La clausura oficial del Manicomio General La Castañeda fue el 27 de junio de 1968. La ceremonia se llevó a cabo en el patio central de la institución, presidida por el entonces secretario de Salubridad y Asistencia, Rafael Moreno Valle.
La puerta del infierno
No todo quedó ahí con La Castañeda, que también fue conocida como La Puerta del Infierno debido a los tratos y condiciones en que vivían las personas recluidas en el interior de sus instalaciones; la fachada fue rescatada.
Esto se debió a que Arturo Quintana Arrioja, accionista de ICA, empresa que ganó la licitación para la construcción del Periférico en donde estaba La Castañeda y responsable del derrumbe de casas, adquirió el edificio principal que fue desmantelada piedra por piedra el inmueble y trasladada a su hacienda en Amecameca, Estado de México.
Años después de su muerte, el grupo religioso de los Legionarios de Cristo del sacerdote Marcial Maciel se hizo del inmueble, el cual pertenece en dicho lugar hasta hoy.
“Era como una ciudad. Algunos decían que era La Puerta del Infierno, ahora Los Legionarios de Cristo cuidan La Puerta del Infierno.
“Lo que hicieron con La Castañeda es un crimen sobre un patrimonio. Toda esta vorágine de constructoras, todo lo que pasó con el temblor, es resultado de esta práctica”, describe Idaid Rodríguez, encargado del proyecto visual “La Castañeda”.
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