Si bien es verdad que durante todo el año hay trabajo que hacer en el campo, en la época invernal hay que hacer uno de los más importantes y minuciosos: la poda de invierno.

Es la supresión parcial o total de ciertas partes leñosas de la vid. La finalidad de este proceso es doble: limitar el crecimiento de la cepa para reducir el envejecimiento de la planta, y regularizar la producción y el vigor de cada una de las cepas, limitando el número de yemas.

La poda es un factor esencial para la correcta formación de la planta, así como elemento determinante para conseguir un rendimiento concreto y obtener uvas de calidad.

Existen diferentes tipos de poda, dependiendo en que momento del crecimiento de la cepa la realicemos:

Poda de formación: durante los tres primeros años de vida aproximadamente. Se va guiando a la planta para que vaya desarrollándose de la forma adecuada a lo que nosotros queremos. Al final del segundo año, el tronco suele estar formado.

Poda anual: es necesaria para aunar la vegetación y la fructificación. Es diferente en función del sistema de conducción que elijamos, de los que hablaremos más adelante. Es una forma de controlar el crecimiento y el rendimiento.

Poda de rejuvenecimiento: el debilitamiento de las cepas es inevitable. En cierta medida, podemos ponerle remedio, practicando un rebaje de los brazos viejos sobre brotes jóvenes que hayamos conservado.

En este post, vamos a hablar de la poda de invierno porque es aquella que tenemos que realizar cada año para el correcto desarrollo de la planta.

¿CUáNDO REALIZARLA?

El momento óptimo es empezar dos o tres semanas después de que se hayan caído las hojas y hasta que empiece el desborre. Es el momento de parada vegetativa de la vid, cuando la savia deja de circular por el interior de la planta.

Hemos de tener en consideración que no podemos podar cuando ha helado, ya que los sarmientos serán quebradizos, los cortes poco limpios y los tejidos que quedan expuestos son muy sensibles al frío.

Por estas razones, la poda no se realiza en el mismo momento del año en todas las zonas y puede variar de un ciclo a otro. Cada viticultor adaptará este momento a las circunstancias de su viñedo: suelo, clima y variedades que cultive. Y, por supuesto, al sistema de conducción que vayan a realizar.

SISTEMAS DE CONDUCCIÓN

Existen muchos sistemas de conducción dependiendo de las condiciones de cada zona. En este caso, nos centramos en los más habituales en España.

Los sistemas de conducción se diferencian unos de otros por la disposición en el espacio del tronco, los brazos y las maderas de la cepa.

De esta manera, encontramos dos diferencias principales:

PODA EN VASO

Es la más tradicional. También es muy representativo en zonas vitícolas españolas como La Rioja o Toro.

La cepa está a ras de suelo, tiene un tronco muy corto y un número variable de brazos (entre dos y cuatro) dispuesto de zona radial. No tiene soportes externos, lo que deja la planta libre y natural.

La poda de formación para este tipo de conducción es vital, ya que durante los primeros años debemos observar y corregir cómo se reparten los brazos, para conseguir una planta equilibrada y una masa foliar que permita la aireación de los racimos.

PODA EN ESPALDERA

Existen diferentes sistemas de conducción en espaldera, pero todos tienen en común que constan de una estructura de empalamiento que conduce a la planta de forma vertical, consiguiendo una estructura lineal. La planta se encuentra, entonces, más alta que en el caso de la poda en vaso, a una distancia de entre 60 centímetros y un metro del suelo.

No solo se emplea para poder llevar a cabo una vendimia mecanizada, sino que también es útil porque se consigue una maduración más homogénea de los racimos y buena aireación.

Dentro de este tipo de conducción podemos encontrar tres tipos: Poda Guyot, la Cordón Royat y la poda anua

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