Latitudes
Por Alberto Lati
Twitter: @albertolati
Dice el refranero que hay que tener cuidado con lo que deseamosÔǪ O no, según el desenlace.
Seis meses atrás, cuando el superlíder Cruz Azul se vio citado en la final con el América, un coro acudió a clamar que había llegado el día de la genuina revancha: sus deseos se habían cumplido.
Aquel título perdido en penales ante un acérrimo rival, tras verse empatados en tiempo de compensación contra diez hombres y con gol del portero, había dejado abierta esa herida que la Máquina buscaba sanar en idéntica circunstancia. Si hasta antes de esa debacle de 2013 la incapacidad cementera para coronarse se relacionaba con lo psicológico y se pedía a gritos un diván (recordemos: cinco subcampeonatos entre 2008 y 2010), desde entonces se vincula directamente con fuerzas malignas: visto el remate desviado de Moisés Muñoz que terminó por entrar al minuto 92, imposible pensar en coronas antes de consumar exorcismos.
Sin embargo, la final contra América de fines de 2018 tuvo un curso del todo inesperado: la apatía celeste, la renuencia a morir de algo, la inexplicable congelación de todo sentimiento incluido el del afán de victoria. Si una nueva derrota bastaba para devolver a los cruzazulinos a su sótano emocional, la forma de caer los dejó todavía más petrificados.
Supongo que, desde entonces, no pocos seguidores e incluso jugadores celestes han suplicado por la posibilidad de vengar la afrenta.
Pues ahí tienen. La liguilla abrirá con un nuevo Clásico Joven al que Cruz Azul va mucho más presionado que su rival y vecino. Imponerse en la eliminatoria pondrá un alto a esa vieja hemorragia y quizá hasta fungirá como catalizador que le lance a ese título con tintes de utopía. Por contraparte, es posible decir que perder esta vez no cambiará nada, apenas prolongará el escepticismo. ¿A qué me refiero? A que la desolación no puede ser mayor para los azules, de ahí que la oportunidad sea todavía más idónea que unos meses atrás.
La opción fácil sería asumir que lo mejor es ya no toparse en momentos cumbre ante ese uniforme amarillo de infaustos recuerdos. La inevitable y obligatoria para todo deportista, es pedir esa nueva oportunidad.
Todo ser competitivo ruega por poder revertir el fracaso. Cruz Azul vuelve a ver cumplido su deseo y habrá de tener cuidado con él.