No pierda de vista a Carlos Torres Rosas.
Es el coordinador de programas sociales y por ende, del manejo, según el presupuesto de egresos, de unos 3.4 billones de pesos.
Es decir, por sus designios pasa aproximadamente la mitad del gasto total del Gobierno federal programado para el presente año.
Pero en la práctica, el operador es otro instalado en Palacio Nacional y muy cercano a los dos hijos presidenciales predilectos, José Ramón y Andrés Manuel López Beltrán.
Todos lo sabemos:
Sustituyó en junio del año pasado a Gabriel García en la Coordinación General de Programas para el Desarrollo.
Tiempos de enojo y turbulencia, pues como operador político García perdió la mayoría calificada -dos tercios del total- en la Cámara de Diputados.
Pero sobre todo, nueve de las 16 delegaciones de la Ciudad de México, lo cual debilitó la imagen de la jefa de Gobierno y aspirante presidencial Claudia Sheinbaum.
Ya vimos las consecuencias: en San Lázaro ya no pasan las iniciativas como las remite el titular del Poder Ejecutivo, y en el segundo caso, opaca la gobernabilidad en la capital.
EN SINERGIA CON SEGOB
Pero ¿por qué seguir a Carlos Torres Rosas?
Porque él también es el encargado de los llamados superdelegados -o cuanto queda de ellos- y ahora estos reportan tanto a él como al secretario de Gobernación, Adán Augusto López.
Ellos se entienden muy bien y cada quien deberá dar lectura a su propio futurismo, pues sólo el índice presidencial decidirá una sucesión en apariencia segura por falta de oposición.
Torres Rosas no es un improvisado.
Llegó como secretario técnico de la Presidencia por afectos de la primera familia del país y desde ese momento fue considerado némesis de Gabriel García Hernández.
Por eso éste no pasó aquel junio electoral.
Al hacer el anuncio, dijo el Presidente:
“Ahora se va a fusionar la Secretaría Técnica de la Presidencia con la coordinación de atención a las oficinas del Bienestar en los estados, se hace una sola”.
¿Ya midió usted su poder?
BURLAS DE AEROMÉXICO
-Los problemas de la aviación están en tierra.
La frase del exdirector de Seneam, Víctor Manuel Hernández, cada día tiene más vigencia.
Su salida no remedió la dictadura de las aerolíneas, en especial Aeroméxico, cuyos ejecutivos imponen vuelos y horarios a los aeropuertos.
Nadie los detiene.
Ejemplos sobran, pero ahora hablemos sólo de uno:
El vuelo nocturno de Aeroméxico Los ángeles-México -exactamente de las 23:55 horas- fue cancelado el sábado sin previo aviso.
En el aeropuerto las largas filas fueron dispersadas con un anuncio:
-El vuelo 0649 se pospone para mañana domingo.
El domingo, desde las siete de la noche, otra vez hubo grandes hileras de pasajeros en espera de documentar, y otra vez nueva decepción:
Sin previo aviso Aeroméxico creó un “nuevo itinerario”: salida el 30 de mayo a las 14:01 y nada de cubrir alimentos, hospedaje y otros gastos.
¿Eso no es culpa de Seneam, hoy perro flaco al cual le cargan todas las pulgas, verdad?
LEG