Latitudes
Por Alberto Lati
Twitter: @albertolati

La paranoia, el absolutismo, el espionaje de la República Democrática Alemana, resumidos en una frase: “Cuentan todo y saben todo. Cuántos pares de zapatos compro al año: 2.3. Cuántos libros leo al año: 3.2. Cuántos alumnos se gradúan con calificación perfecta: 6 347. Pero hay una estadística que no está recolectada ahí, quizá porque esos números ocasionarían dolor hasta a los pisapapeles, y esa cifra es el índice de suicidios”.

Diálogo que aparece en la muy laureada película alemana La vida de los otros (Das Leben der Anderen) en voz del dramaturgo Georg Dreyman.

Párrafo que bien podría añadir: “saben a qué equipo de futbol apoyo”.

Al este del Muro de Berlín, el temible aparato de inteligencia (la Stasi) también se interesaba en conocer la afición deportiva de cada ciudadano. Ser devoto del Dynamo de Dresde se traducía, por inverosímil que suene, casi en convertirse en buen comunista y no defraudar el legado de Marx; más aun cuando la entidad fue mudada a Berlín, manejada ya por la Stasi y apoyada en las gradas por su siniestro líder, Erich Mielke.

Menos idóneo que ser del Dynamo, aunque aceptable, resultaba alzar la bandera de uno de tantos clubes con nombre certificado por el régimen dada la filiación obrera: Energie-Cottbus (Industrias energéticas), Lok-Leipzig (Empleados ferroviarios), Chemie-Halle (Laboratorios químicos) o Stahl Magdeburg que luego fue Motor Mitte Magdeburg (según la necesidad de reivindicar primero a los trabajadores siderúrgicos y después de motores).

En el marco de ese absurdo, lo único prohibido en términos de futbol era adorar al Unión Berlín, resquicio ajeno al control casi absoluto de la Stasi en la RDA. Con aficionados deseosos de libertad, sólo sometido por los constantes arbitrajes amañados a favor del Dynamo (que, gracias a eso y a disponer del jugador que deseara, ganó diez ligas consecutivas), ser del Unión no era gritar goles sino contra el totalitarismo. Innumerables aficionados del Unión fueron perseguidos, amedrentados, traumatizados, inhabilitados de su empleo, tras detectar la Stasi semejante pecado, en ese mundo de paranoicos imperdonable síntoma de burguesía pro-occidental.

Ese Unión Berlín que parecía enterrado en la historia ha conseguido este lunes su ascenso debut a la Bundesliga. Por primera vez habrá derbi berlinés en contra del club Hertha, con el que tuvo cierto hermanamiento en tiempos de la Guerra Fría, toda vez que esa institución estaba del lado occidental del Muro. De hecho, muchos fieles del Hertha se pusieron la casaca del Unión tras quedar del costado oriental y no poder ya cruzar para ver los cotejos de su viejo equipo.

Al fin en el máximo circuito alemán dos representantes de la extinta RDA, sólo que del todo opuestos a ese desaparecido régimen: el Leipzig sostenido por los millones de la muy capitalista Red Bull y el Unión Berlín que, ya se ve, representó la mayor disidencia a la Stasi. Tanto como para que el personaje Georg Dreyman pudiera incluirlo en ese célebre enunciado, cuando se lamentaba de la depresión y los suicidios provocados por el aparato de espionaje.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.

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