Cuando te concentras intensamente, es común sentir un aumento del hambre. Diana Guizar Sánchez, investigadora del Departamento de Fisiología en la UNAM, explica que la razón es simple: la glucosa, que es el principal combustible del cerebro, se consume rápidamente durante actividades intelectuales.
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Yo: Nadie me quiere 🙁
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El cerebro: un gran consumidor de energía
El cerebro consume aproximadamente 200 calorías por hora durante tareas que requieren alta concentración. Esto significa que cuando estudias o trabajas en algo que exige tu atención, tu cerebro está usando más energía, lo que puede hacer que sientas hambre.
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¿Por qué sentimos hambre al estudiar?
Los estudiantes de la UNAM, quienes pasan horas concentrados en clases, leyendo y estudiando, no solo lidian con el estrés, sino también con un apetito incrementado. Esto sucede porque el cerebro, al necesitar más glucosa para funcionar, envía señales de hambre para que ingieras alimentos.
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La importancia de elegir bien los alimentos
Aunque el cerebro necesita glucosa, no todos los alimentos son iguales. Consumir azúcares simples, como dulces o refrescos, puede dar un rápido aumento de energía, pero es de corta duración y puede llevar a somnolencia, conocida popularmente como el “mal del puerco”. Por otro lado, comer en exceso para calmar el hambre podría llevar a un desequilibrio calórico y aumentar el riesgo de subir de peso.
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Consejos para una alimentación inteligente
Para mantener el cerebro bien alimentado y evitar esos ataques de hambre entre clases, Guizar Sánchez recomienda un desayuno equilibrado que incluya proteínas, grasas y carbohidratos. También sugiere consumir frutas, verduras y frutos secos, que son ricos en omega 3, 6 y 9, y ayudan a mejorar la función cerebral.
Además, realizar ejercicio o simplemente caminar entre clases puede ser beneficioso. Esto no solo ayuda a gastar energía, sino que también promueve la producción de dopamina y endorfinas, sustancias que mejoran el aprendizaje y reducen la ansiedad por comer.