Después de 24 años de espera, este 2024 por fin abrió sus puertas el Teatro de la Ciudad, ubicado en la calle Liebre, cerca de la avenida Tulum. Luego de celebrarse algunos eventos políticos y culturales en los que no fui requerido, tuve la oportunidad de conocerlo con la presentación de un grupo musical de origen esloveno que mezcla jazz con flamenco. Algo que nunca en mi vida planeaba escuchar, descubrí que es poseedor de una enorme magia.
Tras deleitarme con Sentido Project, en otra visita pude conocer a Yumiko Yoshioka a través de su obra de teatro butoh, Cien años luz de soledad en la que acompañada de una cuidada y muy reducida escenografía, tenemos a una mujer septuagenaria haciendo contorsiones inverosímiles que expresan mucho dentro de su sutileza, invitando a la mente a divagar sobre mil y un temas.
Ambos eventos fueron memorables, aún cuando por momentos haya quien se duerma, acudir a un espacio para dejarse cautivar por los artistas en escena tiene casi tanto mérito como lo que hacen los intérpretes. Es una responsabilidad, incluso. Para que haya un diálogo, es necesario que dos entes interactúen ya que no uno puede ser del todo sin el otro. De ahí la importancia de la formación de públicos.
Cada presentación nos marca en cierto modo. Se entrega un poco del tiempo de vida que nos queda para tornarnos en espectadores, y esto lo digo tanto por los artistas como el público. Siempre hay que aguardar al suceso que suscite una cierta reflexión generadora de cambios. Nunca somos los mismos.
Encrucijada
El domingo me veía en una disyuntiva, entre ver el partido de vuelta de las semifinales del futbol mexicano o acudir al show de Kopérnico y su nuevo disco, Hacia las estrellas. Opté por lo segundo.
No me costó trabajo hacerlo. Invité a un amigo y junto a su pequeña, pudimos maravillarnos con la grandeza de las melodías de la agrupación cancunense tanto como decepcionarnos por la pobreza de las palabras que las acompañaban. Como lo dice el propio Esaú, en verdad esta banda de rock instrumental no tiene voz pero sí un gran espíritu. Eso está bien, al final con su interpretación lograron que todos fuéramos uno esa noche, tal y como ellos mismos deseaban.
Al retornar al mundo, todavía el partido no se definía, pero el acabose estaba a la vuelta, y fui testigo de este. Por suerte el concierto me dejó tranquilo y sosegado ya que ser de sangre azul en esta época es acostumbrarse al dulce placer de sufrir. Lo que sea que ello signifique.
Honores
Ayer cumplió años una persona que conocí justamente yendo al teatro y que me ha cambiado en gran medida la existencia y modo de ver el mundo. Es gigante a pesar de que no rebasa los 1.6 metros. De los más chicos podemos aprender mucho, nos recuerdan lo que cada día se nos olvida.
El día de mañana se estrena una nueva obra en el ya mencionado recinto donde antes se erigiera el Cine Royal, llamada Pato Shnauzer, cuyo director es el talentoso Saúl Enríquez. Ojalá nos veamos por allá.