Hace unos días, después de una semana de vacaciones en Mazatlán, tomé un taxi desde el Centro de la ciudad hasta el aeropuerto. Fue un trayecto de una hora. Nuestro taxista Enrique, como todo buen sinaloense, era carismático y platicador. Mientras atravesábamos la planta enlatadora de atún y la termoeléctrica mi nuevo amigo y yo terminamos hablando de deportes. La ciudad, beisbolera, cuenta con un equipo de larga tradición e identidad: los Venados. Su estadio está situado a unos pasos del malecón y cada año, durante la temporada, sus tribunas y alrededores se llenan de aficionados, banda y buen ambiente.
El futbol no llegó aquí de la mejor manera. Su dueño, con apoyo del gobierno del estado, movió el equipo de Morelia, de larga tradición, a este puerto del Pacífico. A diferencia de Dorados, los cañoneros llegaron por la puerta de atrás, sin honor, sin una afición de base que sólo años curtidos en el ascenso pueden otorgar. Enrique me contaba que en Mazatlán nadie le va al Mazatlán, que las tribunas siempre están vacías, y solo se medio-llenan cuando lo visitan América, Atlas, Chivas, Tigres y Pumas. Desde que llegó el equipo a la liga hace cinco años, nunca calificó a la fase final.
Pasamos por una casita y Enrique me señaló burlonamente que ahí regalaban boletos para ir a ver al equipo femenil. Hace poco le tocó una pasajera que fue al estadio con su hijo. Los llevó de ida y de regreso, era un juego contra el Pachuca. Como de costumbre las golearon. Había 80 personas en el estadio. ¡Ni regalados! Nadie las va a ver.
El Mazatlán femenil es un cheque al portador. La temporada pasada recibieron 57 goles en 17 partidos, más de tres por partido. Si sumamos los últimos seis torneos (102 juegos) han recibido 327 goles. Para colmo hace poco una de sus jugadoras fue suspendida por amaño de partidos. ¿Cómo culparla? El taxista me contaba que le ha tocado llevar a algunas al estadio. Una de ellas, procedente de Veracruz, le comentaba con vergüenza que no iba a renovar. Les pagan una miseria y a veces ni eso. ¿Qué posibilidad de crecimiento hay en un equipo abandonado a su suerte? Hoy el Mazatlán está aquí, mañana si quieren se lo llevan a La Paz y pasado a Campeche o a donde sea. No hay proyecto, no hay arraigo y por consiguiente no hay futuro.
Este domingo se disputará en Suiza la final de la Eurocopa femenil ante un estadio lleno. Poco a poco en Europa el futbol femenil avanza, respaldado por un creciente público que está harto del futbol moderno donde lo único que manda es el marketing y el dinero. Sus jugadoras cada vez son mejor pagadas y además son profesionistas.
Al día siguiente el Mazatlán, probablemente ante no más de 100 personas, recibirá a las campeonas: las Tuzas del Pachuca. Es verdad que las potencias de la categoría a nivel mundial son de países desarrollados, pero un buen comienzo para mejorar sería desechar la mentalidad machista que mira condescendientemente la rama femenil, invertir en ella (porque dinero sí hay) y entender que su limitado desarrollo se debe a una estructura fallida y no a falta de talento ni interés. En México hay muchas mujeres que sueñan con ser futbolistas, aunque al Chicharito no le guste…
Mientras el futbol mexicano siga secuestrado por dueños sin escrúpulos en una liga de broma sin ascenso ni descenso, plazas vendidas y revendidas y torneos de cartón con equipos de la MLS, Mazatlán es una consecuencia y no una excepción.