En México hemos transitado desde tiempos remotos en una división social futbolera que se repartía principalmente entre Chivas y Águilas, entre el poderoso Club Deportivo Guadalajara y el equipo de televisa denominado América, al que se le ha achacado la compra de diversas copas a través de partidos amañados, según reza el clamor popular.

Con el paso del tiempo, el clásico nacional entre estos dos equipos fue perdiendo sabor, al comprarse mutuamente jugadores, lo que para los seguidores del Guadalajara, principalmente, parecía un descrédito a la pureza de un equipo ciento por ciento nacional, conformado solo por mexicanos, hasta la llegada de mexicanos naturalizados o que gozaban de diversas nacionalidades, lo que no gustó a muchos y que, aunado a las terribles decisiones de comercialización de la familia Vergara como dueños de la historia de las Chivas, han llevado al rebaño sagrado al auténtico despeñadero, como decía el expresidente.

Sin embargo, hoy dos de las figuras más importantes de ambos equipos, Cuauhtémoc Blanco del América y Javier “el chícharito” Hernández, del Guadalajara, han llegado de pronto al escenario cumbre y mayor escaparate político de México transmitido a través de plataformas digitales neoliberales, a la que se conoce como “La Mañanera”.

En efecto, ambos personajes fueron el centro de atención de la política mexicana, no por los goles, sino por actitudes de violencia de género, sexismo y un profundo androcentrismo derivado del ambiente machista que se vive dentro de los equipos del futbol mexicano, donde los máximos representantes se comportan como cromañones dentro y fuera de las canchas, pero de forma más notoria, en cargos de elección popular.

En suma, sus actitudes, y sin entrar a valorar las acciones penales derivadas de los delitos graves sexuales de uno de ellos, parten de un trato desigual injustificado a la mujer, en donde el sexismo es evidente, creyendo que son seres superiores. 

Lo que nos lleva al marcado androcentrismo de ambos sujetos que claramente ven el mundo exclusivamente desde lo masculino, cayendo un poco en la misoginia, que es el odio o desprecio de lo femenino, claramente expresado en todas sus respuestas y publicaciones posteriores a los hechos que los llevaron a esta vergonzosa situación. 

Sin embargo, el trato de la Cuarta Transformación ha sido diferenciado entre el americanista y el de las Chivas, ya que algunas autoridades en sus escritos, determinaciones y decisiones han dejado claro el establecimiento de términos totalmente discriminatorios que afectan la interpretación de las normas y los criterios con los que se valoran los hechos. Por un lado, las declaraciones contra Javier Hernández por sus publicaciones misóginas en redes sociales condenándolo desde la mañanera, no tienen relación alguna con la gravísima votación en la Cámara de Diputados del bloque de la Cuarta Transformación para evitar el Juicio Político a Cuauhtémoc Blanco por delitos sexuales, con excepción heroica del Partido del Trabajo, que votó a favor de juzgarlo por esos delitos.

En este sentido, desde la teoría de la argumentación jurídica, la falta de solidez de un argumento que tiene su sustento en el uso de premisas que reflejan posiciones sexistas, es fundamental para ser considerado una falacia; aunque en apariencia, como lo trataron de hacer ver desde el Congreso de la Unión salvando al americanista, pueden parecer lo contrario para sus hinchas. 

El sexismo en la argumentación jurídico-política tiene un doble parámetro. Existen situaciones en las que las conductas son valoradas de forma diferente por la autoridad, pero en este caso no por el sexo de quien las comete, sino por su afiliación política. Esa diferencia también es un atentado directo contra las mujeres de este país.

Así pues, mientras la política nacional incursiona en el clásico nacional y expresamente toma partido por el americanista del equipo de televisa, se sigue discriminando a las mujeres en este país, como si fueran cosas que no tienen mucho sentido.

Hugo Alday Nieto.