En 1992, tras una extensa carrera como poeta y editor, el escritor canadiense, aunque nacido en Colombo, Michael Ondaatje obtuvo reconocimiento global al ganar el prestigiado Premio Booker a mejor novela. Su obra, El paciente inglés, sería unos años después trasladada a las salas de cine y fue incluso ganadora del Oscar.

Con el jugoso cheque que recibió por su creación literaria, el hijo del mayor Mervyn Ondaatje y Doris Gratiaen decidió rendir honores a su progenitora y a su tierra de origen, por lo que creó una organización que a partir del año siguiente comenzaría a premiar la mejor literatura escrita en inglés por un residente de Sri Lanka.

Desde ese entonces es que el premio Gratiaen se otorga año con año, ininterrumpidamente a pesar de la pandemia, y el pasado 1 de junio el nuevo galardonado fue Savin Edirisinghe, por su libro de relatos: Kata Katha. Esta entrega fue la primera de un joven que, impulsado por unos padres quienes no hablaban inglés, lo inscribieron en un instituto bilingüe para que el conocimiento de esta lengua le abriera las puertas que a otros se les cerraban.

Sólo he podido leer una de las 13 historias que componen esta colección -la cual podríamos traducir al español como Chismeríos- en la que el protagonista es un inesperado cubrebocas de tela. Es sin duda sorprendente la perspectiva desde la que elige narrar una historia muy actual, al tener como eje un instrumento tan insulso e inanimado. De ella puedo decir que vale la pena leerse, aunque se le lleguen a notar las costuras a este cuento realizado por un autor de 25 años que le dedicó todo este trabajo a su padre, quien falleció antes de ver el ingreso triunfal de su hijo en el mundo de las letras.

Algo similar le pasó al protagonista de otra historia que también acaece en Sri Lanka y que sí que pude leer por completa en fechas recientes: Chinaman: The Legend of Pradep Mathew. (Con esto dejo de introducir personajes, lo prometo). El padre de Garfield, después de andar muchas décadas obsesionado por el espectacular desempeño de un jugador de cricket que lamentablemente es desconocido por todo mundo, excepto por el entorno de este periodista deportivo retirado, decide rendirle honores a su ídolo y escribir los pormenores de la vida de este increíble boleador.

Esto detona una búsqueda implacable en la que se entera de la corrupción y de los mil y un intereses que se mueven detrás del deporte nacional ceilanés, traído a la isla gracias a los británicos. Esta ardua tarea de investigación acaba con la poca salud que le quedaba a W. G. y cuando ya está a punto de acabar su labor, sucede otra tragedia. O no.

Después de peregrinar delante de muchos ojos, el manuscrito termina finalmente en las manos indicadas, Shehan Karunatilaka le da forma a esta novela y, tal y como lo tenía planeado, se hace acreedor al Premio Gratiaen en 2009. El Booker ya llegaría después, de lo que ya contaré en un capítulo más de mi particular obsesión taprobánica.