Se acabaron las que quizá hayan sido las dos semanas más activas en la historia del teatro cancunense. La 45ª Muestra Nacional de Teatro (MNT) llegó a cautivar al todavía naciente público de esta esquina de México, el cual se entregó al disfrute pleno de las múltiples actividades que trajeron consigo los más de 500 artistas dramáticos.
Hubo de todo, comenzando por una obra que da cuenta de las vicisitudes que muchos vivieron en tiempos pandémicos Django con la soga al cuello, pasando por el deseo de reconocimiento de la tribu con La orquesta mediocre y el constante deseo de encontrar a nuestros miles de desaparecidos. Un país que llora a sus millones de hijos que no encontraron el rumbo.
El contraste
Luego de una pieza protagonizada por un elenco netamente femenino que cuenta las vicisitudes de llevar el quehacer artístico a un pueblo huachicolero con El camino rojo de Dolores, pasamos al día siguiente, coincidiendo con la muy oportuna entrada de un frente frío, a ver a un grupo de hombres afrontar el embate de una tormenta tropical que remueve sus conciencias para siempre en No me olvides.
¿De qué sirve subir una colina si en la cima no hay nada? Una montaña es una montaña.
Cada uno se encarga a su modo de narrar su propia desgracia, y surge la duda, ¿de qué nos protege la memoria? Tal vez sea esta la causante de que no alcancemos nunca a ser felices.
Porque al final, ¿a qué venimos?
La MNT concluyó con la puesta en escena de las primeras dos obras del Proyecto Espiral, el cual busca generar una reflexión “en torno a la noción de justicia, que explora la naturaleza cíclica de la violencia a través de los clásicos griegos de Eurípides, Esquilo y Sófocles”. Como primer plato tuvimos la tragedia de Eurípides, Ifigenia en Áulide, en la que el rey debe cumplir con su deber y sacrificar a su hija para que los suyos puedan hacerse a la mar. Luego con Más vale morir, tuvimos una reversión de la Agamenón de Esquilo, traída a un contexto narcotizado como el actual, por las plumas de Jorge Volpi y Amaranta Osorio.
Y así, cuando parecía que se cerraría el telón después de 10 intensos días de actividad, se dio el magno anuncio de que Cancún será la sexta sede regional de la Compañía Nacional de Teatro, que vendrá año con año a presentar parte de su repertorio al Caribe Mexicano.
Porque ¿de qué sirve un talento si no se utiliza? Es como tener una gran infraestructura teatral y sólo usarla en pocas ocasiones. Tocó hacer la Prendida de las lámparas, que junto a Rose, de Martin Sherman, fueron las elegidas para comenzar a ofrecer estas funciones de altísima calidad para el público del sureste. La vida de Rosario Castellanos, en el marco del primer centenario de su nacimiento, y la de Rose Rose, una mujer judía que llora por la muerte de una niña palestina abrieron esta puerta que esperemos se mantenga abierta por muchos años más. El año que entra en algún momento resonará La cumbia del pantano, de Aurora Cano.

