Ayer, mientras recorría Arcos Paraíso y veía las primeras llaves entregadas del Programa Vivienda para el Bienestar, me descubrí pensando que estamos frente a un momento histórico, de esos que marcan generaciones. No por los números (aunque los números impresionan) sino por las vidas que empiezan a cambiar desde la raíz.

Ver a Olga, a Abigail, a Ángel, a Joel… ver esas miradas llenas de alivio, de incredulidad, de ese brillo que solo aparece cuando el futuro deja de sentirse como un sueño ajeno, me estremeció. 

Porque detrás de cada folio hay una historia de lucha, de sacrificios silenciosos, de madrugadas acumuladas. Y hoy, por fin, esas historias encuentran descanso en un hogar propio.

Las gestiones de la gobernadora Mara Lezama han convertido a Quintana Roo en el estado con mayor número de viviendas en construcción y entrega. Pasar de una meta inicial de 8 mil a 64 mil viviendas no es casualidad ni golpe de suerte; es liderazgo, gestión y convicción. Es una gobernadora que no se sienta a esperar reportes. Los provoca, los empuja, los arranca.

Y en este esfuerzo hay que reconocer también al ingeniero Octavio Romero, un funcionario que no se esconde detrás del escritorio. Aterriza, recorre terrenos, revisa detalles, se mete hasta las oficinas de trámite para verificar cómo se atiende a la gente. Él y su equipo lograron bajar viviendas de 1 millón 200 mil pesos a alrededor de 600 mil sin sacrificar dignidad. Viviendas de más de 60 metros, con servicios completos, dentro de zonas urbanas reales. Viviendas pensadas para vivir, no para sobrevivir.

Pero este impulso no surge de la nada. Es parte de una visión nacional que la presidenta Claudia Sheinbaum ha respaldado con fuerza, ampliando un programa que nació con la convicción de que  lo público debe servir al pueblo, no a intermediarios ni a negocios oscuros que por años frenaron el acceso de los trabajadores a un hogar.

Hoy Quintana Roo encabeza el avance. Para el año próximo están programadas 13 mil 104 viviendas, con municipios como Benito Juárez aportando más de 10 mil, Puerto Morelos más de mil, Playa del Carmen otras mil 280 y Othón P. Blanco más de 600. La verdadera dimensión de este programa se entiende cuando uno escucha a la gente.

Cuando una madre dice que, después de años de rentar lejos, por fin tendrá un lugar que nadie puede quitarle. Cuando una joven cuenta, entre risas nerviosas, que su primer logro adulto será pagar su propio hogar. Cuando un padre comenta que su hijo por fin tendrá un cuarto que podrá llamar suyo. Es ahí, en esa cosecha de dignidad, donde uno entiende que esta política pública no es un anuncio, es esperanza materializada.

Este programa está demostrando que sí se puede gobernar diferente. Que sí se puede poner a la gente al centro. Que sí se pueden construir políticas donde el bienestar deje de ser discurso y se convierta en una llave que abre la puerta del primer hogar.