Desde la barrera
Por: Eduardo Del Río
Twitter: @EdelRio70
Son muchas las lecturas las que nos llevan a entender y definir el concepto de Estado, desde sus orígenes hasta la era moderna. Si se hiciera un resumen de las diferentes corrientes que han estudiado la construcción de este fenómeno social, podríamos advertir al menos tres componentes esenciales en él: territorio, pueblo y poder.
Las distintas escuelas de pensamiento que han contribuido a la definición de Estado coinciden en que se trata de la organización política de una sociedad, que ha decidido establecerse en un territorio determinado, regida por un régimen jurídico preestablecido y bajo el mando de órganos de Gobierno y administrativos que persiguen, todos, el bien común.
Uno de los fundadores de la sociología, el filósofo alemán Max Weber, determinó a principios del siglo pasado que, dentro de su territorio, el Estado es el único en ostentar la legitimidad del uso de la violencia. De esta forma, sostuvo el autor de La política como vocación, el Estado puede, a través de la fuerza, garantizar la convivencia social y el cumplimiento de la ley. Nadie más.
En México, la ausencia de noción de Estado en todos los estratos, actividades y niveles de la sociedad ha provocado un creciente vacío que hoy es ocupado por el crimen organizado. Son muchos los sectores de la sociedad los que, desde hace lustros, obedecen al dictado de los grupos delictivos, y no a los entes de Gobierno.
La nueva administración hereda un país en el que la ausencia del Estado forma parte de la vida cotidiana de los ciudadanos. Sin embargo, nada justifica que los actos delictivos, provocados por el crimen organizado o la misma sociedad, queden en la impunidad bajo pretexto de no asumir una de sus responsabilidades esenciales.
Así lo dijo el presidente López Obrador con motivo de la tragedia en Hidalgo: “La decisión que se ha tomado en política de seguridad es atender las causas; esto no es un asunto militar ni policiaco, no se enfrenta con medidas coercitivas, por eso se agravó la situación en el país. Tenemos la convicción de que éste es un pueblo bueno, si se llegó a estas prácticas es porque se le abandonó y no se le dio oportunidad de atender sus necesidades básicas. Nosotros vamos a respetar los derechos humanos, no vamos a enfrentar problemas sociales con el uso de la fuerza”.
Lo comentado por el Presidente es, sin duda, la claudicación del Estado mexicano ante una de sus responsabilidades más básicas, que es garantizar el orden social. Así sea con el legítimo uso de la fuerza.
Segundo tercio. Finalmente, Puebla cuenta con gobernador interino. En una decisión que reflejó madurez y consensos, el Congreso local se decantó de forma unánime por Guillermo Pacheco, un respetado político de origen priista que ha fungido como presidente del Tribunal Superior de Justicia de ese estado, diputado federal y alcalde de la capital poblana. Un buen mensaje de conciliación en momentos difíciles.
Tercer tercio. Nos cuentan desde Davos la sorpresa que ha generado en círculos financieros internacionales la ausencia de las autoridades hacendarias mexicanas en el foro que anualmente se celebra en los Alpes suizos.