Desde la barrera
Por: Eduardo Del Río
Twitter: @EdelRio70
Lo que faltaba. En medio del caos sanitario y económico que ha provocado la expansión del SARS-CoV-2 y el incalculable daño que provocará al país, ayer, cuando transcurría tranquilamente una fresca mañana, un sismo de 7.5 grados en la escala de Richter vino a trastocar el confinamiento en el que cientos de miles de familias mexicanas aún se encuentran.
Por la magnitud del movimiento telúrico y su impacto en el ánimo de la gente, poco se ha reconocido el buen funcionamiento de los servicios de detección de sismos y la rápida respuesta de las autoridades federales y locales ante este fenómeno natural. A lo largo de su historia, México ha sido escenario de un importante número de terremotos que han dejado decenas de miles de muertos y graves daños al patrimonio del país.
Son estas experiencias las que nos han llevado a desarrollar una sofisticada tecnología para el estudio y detección temprana de este tipo de situaciones. Y ha sido la cooperación internacional y el intercambio de experiencias con otras naciones las que han permitido a México contar con instituciones lo suficientemente sólidas y preparadas para hacer frente a las desgracias de un temblor.
Japón, por ejemplo, ha jugado un papel de suma importancia en el desarrollo de la tecnología que tiene a México a la vanguardia en materia sismológica. Y es resultado de una profunda historia de amistad y cooperación, que surge en 1923, cuando Tokio fue devastada por un terremoto. El entonces presidente álvaro Obregón decidió apoyar a aquella nación con 50 mil pesos en oro para la reconstrucción de la capital nipona, en respuesta al gesto que ese país tuvo con Francisco Madero y su familia, al albergarlos en febrero de 1913 durante la insurrección en su contra encabezada por los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, durante la llamada Decena Trágica.
La ayuda de Obregón se tradujo en una sólida amistad para ambos pueblos. Pasadas las décadas, tras los terremotos de septiembre de 1985, Japón ofreció una de las ayudas más preciadas que nuestro país pudo haber obtenido de la comunidad internacional, que fue el proyecto de creación del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).
Hoy, esta institución es una de las más sólidas y con mayor reconocimiento a nivel nacional. Su tarea se ha centrado en el diseño de las políticas públicas que permiten prevenir, monitorear y reducir los riesgos de los múltiples desastres a los que nuestro país está expuesto.
Ayer quedó demostrado que este tipo de estructuras han logrado trascender los cambios políticos y que, con un poco de iniciativa y apoyo, éstas pueden mejorar sus funciones en beneficio del país.
Más allá de sus diferencias, hoy más profundas que nunca, México debe estar preparado para enfrentar los caprichos de la naturaleza, que en nuestro caso, ha mostrado muy poca clemencia.
Segundo tercio. Fue bajo la presidencia de Porfirio Díaz que nació el actual Sistema Sismológico Nacional, como fruto de los acuerdos alcanzados por México en 1904, cuando Francia convocó a la creación de la Asociación Sismológica Internacional.
Tercer tercio. Vienen tiempos difíciles para El Bajío. La respuesta del afamado narcotraficante apodado El Marro tras el desmantelamiento de parte de su organización y detención de su madre se traducirá, sin duda, en más violencia.
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