El paradero de Diana García es desconocido desde el pasado febrero: nueve meses de búsqueda por parte de sus familiares, dificultado por una emergencia sanitaria y el cierre de oficinas públicas.
El 9 de noviembre pasado era la primera vez que Romana Rivera, de 49 años, participaba en una marcha. El cuerpo desmembrado de Alexis había sido encontrado en los márgenes de Cancún, ante lo cual cientos de mujeres se manifestaron. Todas clamaban por justicia para Alexis, pero Romana llevaba su propia exigencia: la aparición con vida de su hija Diana García Rivera, de quien se desconoce su paradero desde febrero.
Y es que el 22 de febrero pasado un grupo armado irrumpió en el club Imperio, ubicado en la céntrica Plaza Infinity para levantar a Diana, de 20 años, y a su acompañante, Jorge Armando Kiau Rodríguez.
La tarde del mismo 22 de febrero, Romana acudió a la Fiscalía General del Estado para dar parte de la desaparición de su hija.
La autoridad la citó hasta cuatro días después para proceder con la búsqueda de la joven, pero ya habían pasado horas cruciales, comenta Romana, quien ha iniciado una investigación por su propia cuenta, recolectando información que comprueba la participación del crimen organizado y la colusión de agentes ministeriales, lo cual la ha dejado en una situación aún más vulnerable.
“La situación es complicada cuando hablas de este tipo de delincuencia, porque son células; es complicado y peligroso”, dijo.
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El suplicio de esperar respuestas tras la desaparición de su hija combinado con una emergencia sanitaria
En febrero, cuando desapareció “Nana”, como su madre la llamaba, se confirmó el primer caso positivo de Covid-19 en México, en marzo se decretó la emergencia sanitaria y en abril las actividades gubernamentales fueron suspendidas: oficinas de Gobierno cerraron y parte de la atención se brindó por teléfono o internet.
“Con todo esto de la pandemia todo ha sido en línea e infructuoso totalmente. Lo primero que quería era hacer los trámites de manera directa, para no quedarme con esa sensación de enviarlo por la vía electrónica y no saber si me lo iban a recibir. Yo quiero hacerlo de manera directa. De hecho, las instancias donde traté de tocar te mandaban a un conmutador que timbra, timbra y timbra y nadie te contesta. Es desesperante”.
“Por eso, ahora que abrieron la Fiscalía he ido frecuentemente; ahí estoy seguido, constante, aunque me dé miedo. Porque si no, se pierde el hilo, y si dejas de presionar, eso es una carpeta más. A estas alturas, a nueve meses ya, la autoridad me puede decir que ha pasado mucho tiempo, pero yo sigo insistiendo en que se haga una búsqueda como tal, porque no es una persona que desapareció y una estadística más, es una persona que no está con nosotros, pero que necesitamos que esté de vuelta”.
Con información de la Redacción