Enrique Campos

Por Enrique Campos Twitter: @campossuarez

Es magistral la manera como el presidente Andrés Manuel López Obrador logra que los gobernadores de oposición lleguen muy enojados a la reunión de la Conago y salgan contentos y triunfantes después de haber retenido la obligación de dar buenas cuentas en materia de seguridad, pero haber perdido la facultad de ejercer el gasto público en los programas sociales.

Si a algo le entiende a la perfección López Obrador es al manejo político, y se notó en las sonrisas que le arrancó a más de un gobernador que ahora tendrá que dar la cara por los resultados, o la falta de ellos, en materia de seguridad. Porque ya no será facultad de los superdelegados hacerse cargo de esos temas. Pero sí estará en su esfera de competencia ejercer el presupuesto federal en materia de programas sociales.

O lo que es lo mismo, el reclamo por la violencia para los gobernadores y los agradecimientos por el dinero público que se repartirá para el Presidente.

Si tan sólo un poco de este admirable entendimiento del manejo político lo tuviera para los asuntos financieros, otra sería la película de inicio de sexenio para López Obrador.

El error de octubre que fue la cancelación de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México será un lastre siempre presente en este Gobierno.

Si con esa habilidad que mostró ante la Conferencia Nacional de Gobernadores hubiera actuado en el tema aeroportuario, hoy tendría a un sector privado feliz de asumir los riesgos totales de la construcción y operación de la nueva terminal aérea y una envidiable estabilidad financiera.

Tendría recursos frescos en la caja registradora por el traspaso de la obra a concesionarios privados y gozaría del reconocimiento de los mercados financieros por haber tomado la mejor decisión para las finanzas públicas con el mantenimiento de esa obra.

Tras una decisión así, asuntos como la absurda iniciativa de Ricardo Monreal de regalar los servicios de la banca o aquella de querer confiscar el dinero ahorrado por los trabajadores para su retiro se habrían diluido como ocurrencias inverosímiles.

Pero si había margen para tomar una decisión como la del NAIM, habría margen para cualquier otra decisión irracional.

Todos los hilos del poder que ciertamente tiene el Presidente no tenían por qué pasar por un autoatentado financiero.

No hay duda que fue una falta de entendimiento del tema, de dimensionar adecuadamente lo que implicaba una señal de autoritarismo y no de autoridad para los capitales que no tienen la obligación de quedarse forzosamente en los mercados mexicanos al costo que sea.

Claro que el presidente López Obrador no va a gobernar para los mercados, pero justamente las condiciones adversas que hoy muestran respecto al desempeño económico mexicano van a restringir el alcance de sus planes de Gobierno.

En la plaza pública, frente al pueblo bueno, podrá responsabilizar a las oscuras fuerzas invisibles del dinero de no permitir desarrollar todo el potencial de sus planes, ya que eligió al neoliberalismo como el enemigo del sexenio.

Pero en corto sabrán que hubo en ello un alto grado de impericia.

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