Alberto Lati
Alberto Lati

Latitudes
Por Alberto Lati
Twitter: @albertolati

Imaginen alguna vieja historia que, tras numerosas y muy taquilleras entregas cinematográficas, lanzara una precuela con la más insospechada revelación: que el villano, antes de ser tal, detonó una importantísima crisis en un contexto ajeno al suyo y que no lo hizo por maldad sino por ineficiencia.

Ahora que está en boga el Guasón por su nueva película: como si en un par de décadas nos enteráramos de que él mismo, torpe y confundido, desconectó los cables al tropezar, posponiendo el triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial.

Guste o no tan extraño ejemplo, así de sorprendidos recibimos la información compartida días atrás por el historiador español, Fernando Arrechea: que Joseph Blatter fue el cronometrista que erró dos veces en la final de baloncesto entre Estados Unidos y la URSS en los Olímpicos de Múnich 1972.

El reflejo más tenso de la Guerra Fría en el deporte se vería ese día, a unos kilómetros del Muro de Berlín, en un duelo que terminó en el mayor caos olímpico.

El equipo estadounidense no había perdido en 36 años, conquistando siempre la medalla de oro. A tres segundos del final, los norteamericanos se colocaron un punto por encima de los soviéticos, que reanudaron a velocidad sin saber que su entrenador pidió tiempo fuera. Para cuando el cronómetro fue frenado restaba un segundo. Ahí vino el primer problema: que los dirigentes rusos insistían que quedaban tres y no un solo segundo, por el tardío click del cronometrista. Se reacomodó a tres cuando los estadounidenses ya brincaban en festejos. Despejada la cancha, el representativo soviético reinició y fracasó en su intento de anotar. Estallaron saltos y abrazos estadounidenses con más intensidad, hasta que algo les señalaron.

Por segunda ocasión, los jueces notaron que el cronometrista se había confundido. Si en la anterior fue por parar la cuenta dos segundos tarde, ahora fue por no reanudar el segundero, de ahí que tuviera que volver a jugarse esa última acción.

En la nueva reanudación la URSS milagrosamente encestó y se coronó. Ante el conflicto desatado, votaron cinco dirigentes de la Federación Internacional de Baloncesto, pero lo hicieron con base en el campo ideológico del que provenían y no en su juicio deportivo: el húngaro, el polaco y el cubano, por la victoria soviética; el puertorriqueño y el italiano, por la de EUA, que desistió recoger su presea (algún jugador incluso dejó a su descendencia la indicación testamentaria de no aceptar el premio a posteriori).

Arrechea descubrió en un documental ruso que el mismísimo Blatter, futuro presidente de la FIFA, fue el corazón de ese escándalo.

Hasta hoy se sabía que, como parte de su cargo ejecutivo en una empresa de relojes que patrocinaba los Juegos, Sepp había estado involucrado en Múnich 1972 y Montreal 1976. De ahí a asumir que fuera el torpe cronometrista que se equivocó doble, había demasiado trecho.

Lo que faltaba al legado del poderoso hombre caído en desgracia: en su carrera no sólo hubo maldad, corrupción, maquiavelismo, como ya se sabía; más grave para como le gustaba ser percibido, también hubo ineptitud.

¿Alguien se atreve a una precuela más insospechada?

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.

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