Las precarias condiciones laborales, con jornadas extenuantes y salarios bajos, de las camaristas mujeres de la zona hotelera de Cancún solo son aceptadas por la vulnerabilidad a la que están expuestas: por su limitada educación formal, el bajo nivel económico y su condición de migración, concluyó la investigadora Antonia Balbuena Vázquez.
En un artículo publicado en la Revista Investigaciones Turísticas, Balbuena, en colaboración con álvaro López López, desvela el abuso de empresas en el destino de mujeres vulnerables.
La investigación, explican, es cualitativa, de aproximación al contexto de las camaristas, sus experiencias y su cotidianidad laboral, no sólo para entender sus condiciones laborales, sino para revelar su percepción al respecto.
El crecimiento intensivo de Cancún, la ciudad más nueva del país, atrajo un importante núcleo de población inmigrante de otros estados de México, interesado en las ofertas de empleo del sector turístico, apuntan.
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Entre las generalidades en torno al tema resaltan que la gran mayoría de los empleos ofertados en puntos turísticos han sido poco cualificados y temporales y las mujeres que laboran en la región se han empleado sobre todo como ayudantes de cocina, camaristas, supervisoras o recepcionistas, lo que refuerza roles tradicionales de género, con desventajas para ellas.
El área de limpieza en los hoteles es operada básicamente por mujeres, con tres figuras centrales: las amas de llaves, las supervisoras y las camaristas.
Las camaristas, definen, se encargan de limpiar los cuartos bajo estándares de calidad establecidos por cada hotel y, así, contribuir a la satisfacción general de los clientes.
La problemática laboral es particularmente desfavorable para las camaristas en las temporadas altas del turismo, advierten, pues la mayor demanda de trabajo no se resuelve con la mayor contratación de trabajadoras, sino haciendo más intensa su carga de trabajo e incrementado la cantidad de horas de servicio.
Además, derivado de la subcontratación, el trabajo para ellas ha aumentado.
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Mercado laboral turístico se nutre de mujeres vulnerables
Ahora bien, la mayoría de estas trabajadoras presentan problemas de espalda, dolor generalizado, estrés y otros trastornos psicológicos, lo que da lugar a que casi ninguna de ellas llegue a su retiro o jubilación en buenas condiciones físicas.
Para el trabajo se entrevistaron a nueve mujeres y un hombre, todos camaristas.
“La mayoría había cursado estudios primarios; todas eran inmigrantes procedentes de entidades mexicanas cercanas a Quintana Roo como Tabasco, Campeche, Chiapas, Guerrero y Yucatán”, describen el perfil.
“Casi todas las camaristas llevan de 21 a 30 años residiendo en las periferias de Cancún, que son las partes más marginadas, inseguras y menos dotadas de servicios urbanos, aunque son los espacios factibles para pagar rentas más bajas o tener una propiedad, con o sin documentos oficiales”, añaden.
Deben iniciar su jornada laboral muy temprano, a fin de desplazarse, entre una hora o más, a los sitios donde pueden acceder al transporte que las lleve a los hoteles en donde trabajan.
“En ocasiones los hoteles ofrecen transporte a los trabajadores/as, pero de lo contrario, ellas han de gastar una sexta parte de su sueldo en ello”, apuntan los autores.
Aunque son varias las razones que las camaristas dieron a los investigadores sobre el motivo de haberse empleado en la limpieza de hoteles, predominan argumentos que tienen que ver con una necesidad desesperada, como el haber sido despedida de un anterior empleo, por ir buscando un mejor sueldo, para pagar deudas.
Existen dos modalidades laborales en los hoteles de Cancún, identifican: por una parte, está el personal de planta, que son aquellas trabajadoras estables y permanentes en la empresa y, por el otro, las que son contratadas por tiempo determinado.
Sólo cuatro entrevistadas para el trabajo están con carácter permanente en la plantilla del hotel y llevan más de diez años trabajando en la empresa.
“Al respecto, ellas argumentan que adquirieron esta condición después de varios años de contratos, y porque han sido percibidas por sus jefas como personas formales, puntuales y reconocidas como no conflictivas”, se lee.
Todas las camaristas tienen seguro social y según qué empresas, podrían contar con aguinaldo y vales de comida, lo que implica que las camaristas vayan buscando aquellos hoteles que proporcionan las mayores ventajas laborales.
Cuando baja la ocupación, a las trabajadoras de contrato se les “asignan” días de permiso sin sueldo, lo que supone someterlas a una alta precariedad laboral y económica y ello no se compensa con la fidelidad que la empresa demanda de ellas en temporadas altas, resaltan.
El salario percibido por las camaristas es el llamado mínimo, cerca de mil 600 a la quincena, aunque a esto se suman las propinas del sindicato, de los huéspedes y, ocasionalmente, los vales de despensa.
A pesar de las jornadas extenuantes de trabajo, las paupérrimas condiciones laborales en el sur y sureste de México hacen que muchas camaristas valoren positivamente su salario, pues los hoteles les pueden proporcionar el almuerzo y el transporte hasta algún punto determinado de su ruta.
Asimismo, los días festivos se suelen pagar al doble, y los huéspedes pueden dejar en las habitaciones mercancías como alimentos, productos de higiene personal, que son de gran utilidad para las trabajadoras, se lee en el trabajo.
“Así, la propina del cliente adquiere un peso central para las camaristas, no sólo en términos de su sueldo, sino porque les significa una recompensa, el reconocimiento, la validación y valoración de su trabajo”, apuntan.
Todas las camaristas expresaron haber sufrido maltratos por parte de su jefe o jefa inmediata, como gritos, uso de groserías, humillaciones, entre otros.
“Otro tipo de problemas que enfrentan, asociado también con su condición de género, es el hecho de tener que aceptar la carga laboral y horarios que se les impongan pues, aunque pueden negarse a ello, están bajo la amenaza tácita de no ser recontratadas; al mismo tiempo, los abusos, malas maneras y humillaciones de sus jefas o jefes inciden en tensiones laborales, que deben aguantar, pues sus superiores saben de su vulnerabilidad”, concluyen.
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Con información de Ricardo Hernández