ADRIAN TREJO

Nada bueno auguran las largas filas vistas el fin de semana en farmacias y laboratorios que ofrecen pruebas Covid-19 a bajo precio.

Y ni qué decir de las filas en los pocos kioscos que se mantienen en algunas alcaldías para la detección gratuita del virus.

Cierto es que la estadística oficial demuestra que los casos de contagios se incrementaron en la última quincena de diciembre pasado, aunque no a los niveles de, por ejemplo, Estados Unidos, que registra un promedio de 400,000 casos diarios.

La variante que domina, Ómicron, no tiene la letalidad de sus antecesoras pero representa un grave peligro para la funcionalidad del Gobierno y la sociedad como la conocemos.

En Estados Unidos, se han cancelado miles de vuelos por falta de tripulaciones; o están contagiadas o están en cuarentena a la espera del resultado negativo de su prueba.

El propio Anthony Fauci, el experto epidemiólogo de la Casa Blanca, consideró que, así como ha ocurrido con la industria aérea, puede ocurrir que la nueva variante impida el correcto funcionamiento de otros sectores vitales para la sociedad.

Imagine qué un escenario en donde el personal médico, que debía ser el primer vacunado con el refuerzo, comienza a faltar por incapacidades derivadas de contagios.

No es ninguna fantasía.

Ya está ocurriendo en una potencia económica como Estados Unidos, a pesar de las medidas de prevención adoptadas.

Aquí en el país no se ha enviado ninguna señal de alerta, salvo la cancelación del baile de fin de año.

No se han limitado los aforos a ningún establecimiento, estadio o auditorio; se ha convocado al reinicio de clases presenciales en escuelas públicas y privadas a partir de hoy sin que los maestros estén vacunados en su totalidad con el refuerzo (la SEP aseguró que esta semana comenzará la vacunación).

Hay un sinfín de alertas para tener en cuenta y no pasar por la eventual parálisis de sectores productivos o de gobierno y para evitar que el número de contagios y muertes aumente exponencialmente.

Sobre aviso no hay engaño.

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Eso de hacerse la víctima no le funcionó al gobernador de Hidalgo Omar Fayad.

Quejarse de que el PRI le cedió la candidatura a la gubernatura del estado al PAN y que no fue invitado a la sesión en la que se decidió la maniobra, simplemente lo describió de cuerpo entero.

Fayad rindió la plaza a Morena desde hace años; minimizó al PRI y a sus organizaciones y si éstas sobrevivieron fue al trabajo que hicieron sus dirigentes.

Despreciaba olímpicamente los actos de priistas a los que era invitado y no tenía empacho en evidenciar su apego con Morena.

Ahora ya no tendrá pretexto para apoyar al candidato de partido presidencial, el senador Julio Menchaca por lo que quién sea elegido (a) candidato de la coalición opositora tendrá en contra a Morena y al gobernador.

Por cierto, situación ya conocida a partir del 2018.

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En la Cámara de Diputados los coordinadores parlamentarios de la oposición tienen un pendiente con el presidente de la mesa directiva, Sergio Gutiérrez.

Primero porque se aventó la puntada de denunciar penalmente a los consejeros electorales que votaron por posponer la consulta de revocación y luego por retirar dicha denuncia en cuanto el presidente López Obrador se pronunció en contra.

Si lo que hizo fue para quedar bien, no lo logró, por el contrario, mostró la sumisión de su fracción a los designios del Ejecutivo.